Como en un viaje de ida y vuelta, el argentino necesitó de muchas paradas, entre ellas el Real Valladolid, para encontrar un lugar donde, con su fútbol, pudiera sentirse útil y querido. Tras muchos intentos, ha logrado ser el jugador importante que siempre buscó ser

Foto: OFI Creta
Pasa con las cosas que tenemos idealizadas y pasa también con los arquetipos que crea nuestro imaginario en este deporte. A veces pensamos que el que calienta el banquillo en un equipo es el malo y que el que lleva el brazalete de capitán es el héroe, el salvador. Y suele ser así… o no. Lo que está claro es que, en esto del fútbol, además del dorsal, hay que tener suerte.
En Valladolid, en la ciudad de Zorrilla y en la del Pisuerga, jugó una de esas tantas promesas a las que Argentina compara sin remedio con lo mejor de lo mejor. Esas historias que hacen que el comparado acabe teniendo que luchar más contra esa imagen que con los propios rivales.
Y es verdad que Argentina es lugar para ilusionar. Su tragedia y su belleza nos hacen a veces retorcer la realidad y enseñarnos un juego de manos digno de Houdini. En ese año 2010, digno de mención para cualquier aficionado al fútbol español, jugaba con la ‘10’ en La Plata un futbolista que prometía con creces.
Juan Ángel Neira, con el apodo de ‘El Gordo’, iluminaba el césped que pisaba con sus regates y goles. Era un jugador de gambeta, de precisión, de culebreo, de finta. Un estilista. Bien de extremo, bien de enganche o incluso de delantero, hacía de su juego diversión.
Se trataba de un luchador con la camiseta elegida para los dioses del fútbol que, con la U20 de la mítica Argentina, llegó a ser comparado con Ángel di María o Lionel Messi. Un jugador espectacular que hacía las delicias de su entonces equipo, el Gimnasia y Esgrima argentino. En los cinco años que permaneció en La Plata se hizo dueño de una afición marcando goles importantes, como el que anotó en el año de su debut a River Plate, pero también consiguiendo ilusionar con un juego de enganche móvil argentino.
Sus gambetas duraron cinco temporadas en el club Lobo y terminaron diciéndole adiós en su búsqueda de más notoriedad, cedido a Lanús. En esa etapa en la que tuvo pocas opciones, pero en la que logró debutar en Libertadores, ‘El Gordo’ Neira se decidió a dar el salto al Atlántico. El brinco era grande y no solo por los kilómetros de mar.
Su llegada como cedido sería al Real Valladolid. Ese Pucela en la mayor competición liguera del país, entonces Liga BBVA, podría ser un excelente vehículo para catapultar su juego y permitirle recordar lo que le había hecho promesa de Gimnasia y Esgrima y de la Argentina U20. Sin embargo, no fue así. Apenas doscientos minutos de corto no le sirvieron para mostrar nada.
Su juego se había diluido y las pocas oportunidades que le dieron no permitieron ver gran cosa de este argentino que viviría su única oportunidad como titular en liga ante Osasuna, en una victoria del equipo in extremis (con gol de Ebert en el minuto 83) en Pamplona. Le dio Djukic un sitio en el mediocampo durante 55 minutos antes de relevarlo por Lluis Sastre. Las pocas opciones que le dieron en su posición, la competencia y la exigencia de nivel en ese equipo terminaron de difuminar el paso de un jugador argentino a quienes pocos recordarán, pero que siguió dando guerra en el fútbol, sabiendo que le quedaba cuerda para rato.
Tras la aventura en España, llegó México, donde ha transcurrido gran parte de la carrera de Juan Neira. Primero en Tecos, ya fichado, después en Mineros de Zacatecas. Unos meses en el club minero le sirvieron para probar suerte en Uruguay, donde pasó por Fénix apenas unos meses antes de volver brevemente a Argentina de la mano de Newell´s.
Su estancia en el equipo no convenció y volvió a México, donde su juego parecía poder tener una segunda oportunidad. Fueron los Coras de Tepic los que confiaron en su fútbol, con Mauro Camoranesi (excelente internacional italiano de origen argentino) como técnico. De ahí, pasó por varios clubes de la segunda división mexicana, recalando de nuevo en Mineros y, más tarde, en Zacatepec.
Su última parada sería en Europa, en la Superliga de Grecia, siendo parte del OFI Creta, un club al que llegaría ya con 29 años y en el que se empezaría a mostrar claramente cómodo, siendo habitual en las alineaciones y mostrando en sus filas que aún le queda fútbol. Siendo pieza importante, Neira demostró que lo suyo era el fútbol más allá de lo certeras que fueran las comparaciones cuando sus gambetas ilusionaban con la camiseta albiceleste o con el ‘10’ a la espalda. Mucho tiempo después, con goles, viajes, banquillo y dudas de por medio, Juan ‘El Gordo’ Neira, encontró su sitio.