Jesús A. Zalama da su opinión sobre la decisión del Real Valladolid de devolver el dinero a sus socios o poder invertirlo en el abono de la próxima temporada
No vengo a ofender, vengo a hablar de sentimiento de pertenencia; con el título, no quiero descalificar a nadie. ‘Husmia’ es una palabra de elevado uso en Castilla y León. El vocablo no aparece en el diccionario de la RAE, pero cualquier abonado del Real Valladolid sabe lo que quiere decir. A partir de ahora, también podrá servir de ejemplo si lo desea.
Vaya por delante que cualquier decisión tiene una cierta base argumental. Sin embargo, lo primero que voy a defender es la postura de aquel que, debido a la situación económica que atraviesa, solicite el reembolso de la parte proporcional de su abono o abonos, porque habrá familias enteras (que a lo mejor no han cobrado todavía el ERTE, por ejemplo) que se beneficiarían de ello en momentos como este, de extrema necesidad. Desde ellos al autónomo sin actividad económica, cualquiera que lo necesite debe tener la facilidad que el club ha dado de poder recuperar parte de su dinero. Habrá más de 20.000 casos diferentes, todos ellos con sus particularidades. En cualquier caso, convendremos en que aquel que lo necesite no debe pensárselo dos veces.
Sin embargo, vamos a hablar del ‘husmia’. Para mí, en este momento en que el abonado del Real Valladolid debe decidir si reclamar su parte proporcional o no, su dinero, se me viene a la cabeza una situación del pasado que, para cualquiera que haya crecido en un pueblo o zona rural, no le es ajena. Con motivo de las fiestas patronales de cualquier localidad, un grupo de amigos se reúne bajo un nombre (generalmente ridículo) y lo llama peña. Esa peña también suele tener su lugar físico de encuentro, su sede, que llega a ser incluso fiscal. Y digo fiscal porque cuando aparece el dinero, como en el caso de los abonos del Real Valladolid, comienzan los problemas y aparece el ‘husmia’.
Este sujeto, generalmente un capitalino que será el primero en reclamar servicios en el municipio sin sufragarlos con sus impuestos, discutirá la armonía presupuestaria del grupo. Vendrá a decir que si él solo va a estar dos días de los cinco en que trascurren esas fiestas patronales, no va a pagar lo mismo que todos, que va a estar menos tiempo y, por ende, se entiende que consumirá menos alcohol, que viene a ser el gasto principal de una peña. El sujeto obviará, por supuesto, que el trabajo de acondicionar el local ha corrido a cuenta de los que permanentemente residen en el pueblo, y que estos no han pasado la minuta al grupo.
Al ‘husmia’ hay que decirle a la cara que es un ruin, un miserable, un insolidario y un mezquino. Primero, porque es así; segundo, para dejarle claro que lo sabemos. Tras ello, habrá que contarle que poner dinero para la peña, al igual que el pago del abono, no es solo un gasto para disfrutar de un servicio (alcohol o partidos de fútbol), sino que es la forma de sellar la pertenencia a un grupo al que te tienes que sentir identificado, por el que debe haber un sentimiento de, precisamente, pertenencia. Hacer peña o ser abonado del Real Valladolid no es ser parte de una cooperativa con un objetivo económico, no; se supone que eres feliz formando parte de un colectivo más o menos grande porque tienes unos sentimientos que te empujan a serlo y que están por encima de los intereses económicos.
No les quepa la menor duda de que, en la mayoría de los casos, ese personaje acaba desapareciendo, tarde o temprano, de la esfera pública de la localidad, al igual que desaparecerá de Zorrilla aquel que reclame su dinero sí o sí (el matiz de la economía particular ya se desarrolló en el segundo párrafo) cuando volvamos a comer barro. El susodicho también será el primero en hablar del bien común, la solidaridad, el reparto de la riqueza, de Greta Thunberg o de los derechos colectivos. Sin embargo, no les quepa duda de que habrá sido el primero en violar todas las normas durante el confinamiento o en regresar al pueblo desde la capital en cuanto pudo, poniendo así en peligro a los habitantes del mismo, y pasándose por el arco del triunfo todo aquello del bien común, la solidaridad y la sociedad.
Por último, quisiera aclarar que este no es un alegato en favor de perder un dinero que, relativamente, nos pertenece. El Real Valladolid ofrece la posibilidad de invertirlo en el abono del año que viene. El bien de todos acaba repercutiendo de forma positiva en el individuo también, y al igual que lo que sobrara de alcohol tras las fiestas te lo podías seguir bebiendo cada fin de semana posterior, el abono del año que viene te podrá salir más barato si ahora piensas un poco en los demás, ‘husmia’.