Leandro Sánchez de Medina contesta a Jesús A. Zalama sobre la opción del Real Valladolid de devolver parte del abono a sus socios
Estoy pasando gran parte de la cuarentena con la vista perdida hacia las ventanas, tratando de escapar de una fisura que cada vez es amplia: la del maniqueísmo.
A veces, mi mente me lleva al Nuevo Estadio José Zorrilla, uno de los últimos refugios donde tengo la certeza de que el de mi derecha busca lo mismo que el de mi izquierda: que su equipo gane partidos. Después de la acertada decisión del Real Valladolid de brindar a sus abonados la posibilidad de devolverles el importe de los encuentros que quedan por jugarse en casa o de restar dicha cantidad del abono para la próxima temporada, aplaudí orgulloso (qué otra cosa puedo hacer confinado) por ver a mi club fortalecer la idea de comunidad y solidaridad que, defiendo, debe impregnar una entidad deportiva.
Pero, de nuevo, el suelo se tambalea. La grieta vuelve a dilatarse. Y de ella asoma una ristra de argumentos superficiales que pretenden volcar la lupa de la acusación divina hacia quienes decidan, por las circunstancias que sean, recuperar su dinero.
La pertenencia a un grupo no se sella, necesariamente, con dinero. Pero el sentimiento hacia un equipo, necesariamente, trasciende lo económico. La pertenencia a un grupo, al Real Valladolid, se mide por la manera en que vuelves a él. O en la manera en la que muestras que no te has ido, que sigues ahí, aunque prefieras emplear el dinero que te corresponde para llegar menos apurado a fin de mes, para amortiguar el ERTE que acabas de sufrir, o para regalar a tus padres, a quienes no puedes visitar en varios meses, un regalo de cumpleaños más especial que de costumbre.
Muy probablemente conozcas a alguien que tuvo que rendirse a los rigores de la realidad económica o familiar y dejar de ser abonado. ¿Lo mirarías por encima del hombro? ¿Creerías que tu pucelanismo es más puro o más resistente al frío del invierno que el de tu conocido? ¿Lo calificarías de husmias?
Si es así, que vivan los husmias, si son aquellos que utilizan un instrumento tan práctico como el que les ofrece el club pucelano para decidir sobre su inversión como les plazca; si son aquellos que se verán sometidos a un esfuerzo extra para poder ir al fútbol el año que viene; si son aquellos que, tal vez, decidan dedicar el dinero que el club les devolverá para apoyar a un ser querido a unirse al club blanquivioleta. Si son aquellos.
Miles de historias, de decisiones, de dificultades que se escapan al tecleo rápido y a la oquedad vestida de controversia. Historias que reclaman una profundidad que parece negada. Sólo espero que nuestro estadio continúe siendo un espacio equipado frente a las fisuras de los prejuicios.