El guineano nunca llegó a ser el «puta madre» que esperaba Djukic en el Real Valladolid y, tras deambular por la Tercera portuguesa y la Segunda rumana, actualmente está sin equipo
Decía Tom Hanks, en su recordada actuación como Forrest Gump en la película homónima, que «la vida es como un caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar en ella». Lo mismo sucede en el mundo del fútbol, con esos fichajes de pasado y progresión incierta, en los que la moneda puede salir tanto cara como cruz.
Esto último fue lo que sucedió con Lassana Camará, más conocido como Saná, en su paso por el Real Valladolid –y casi por cualquiera de los clubes posteriores–. Llegó como el gran talento por explotar después de brillar con Portugal sub-20 en un mundial en el que solo Brasil, en la final, pudo vencer a una selección que se articulaba en torno a su figura.
Antes de recalar en la ciudad del Pisuerga, se había formado en las categorías inferiores del Benfica, quien, a su vez, le había cedido al Servette FC. Las cosas no le fueron demasiado bien en la Segunda División suiza, ya que solo jugó 255 minutos, por lo que ‘as águias’ decidieron dejarle marchar libre.
Se fue de Valladolid con la deslumbrante cifra de 33 minutos disputados y, eso sí, un ascenso bajo el brazo, el conseguido con Djukic en la 2011/12. Pero si hay un mérito que se le pueda atribuir al centrocampista de origen guineano es el de conseguir que su técnico, con más de medio curso entrenándole, todavía no conociera sus cualidades futbolísticas.
Todo ello, en medio de un ambiente tenso por los problemas salariales del club y sus reiteradas salidas de tono, en las que afirmó que tenía problemas incluso para pagar la luz, y tras estar un mes sin acudir a los entrenamientos al verse sorprendido, según explicó, por un golpe de Estado en Guinea Bissau. En una rueda de prensa que ya es histórica, Djukic dejó muy claro que su actitud no iba a romper un vestuario unido, afirmó que no daría más importancia «a un Saná que a un ‘puta madre’ como Nafti, Baraja o Álvaro Rubio» y lanzó al aire una pregunta que, ocho años después, sigue sin respuesta.
«¿Quién es Saná? ¿A quién ha ganado Saná? Yo soy el culpable de que no juegue, pero hijo mío, ¿qué me has demostrado? No sabemos cómo es futbolísticamente, no le hemos visto. ¿Pega bien con la derecha? ¿Qué ha hecho?», se cuestionó, sin obtener respuesta. Después de estas declaraciones, en marzo abandonó el club y declaró de manera unilateral que rompía su contrato, que le vinculaba hasta 2014.
Ese mismo verano, mientras en Valladolid aún resonaban los ecos del regreso a Primera División, el SCC Bari mostró su confianza en el mediocentro y le incorporó a sus filas, lo que desató una nueva guerra institucional. Carlos Suárez anunció que el club demandaría a la entidad italiana, toda vez que Saná aún era jugador blanquivioleta. Finalmente, el técnico Torrente, tras la primera jornada de liga, confirmó que no vestiría su elástica, aduciendo a que no había superado las pertinentes pruebas médicas.
Del cálido Algarve a la fría Rumanía
Tras su ‘no fichaje’, regresó a Portugal para enrolarse en el Académica de Coimbra. Allí permaneció durante dos años en los que no disputó ni un solo minuto, probablemente, por el miedo en el seno del club estudiantil de ser también denunciado. En 2014, fue fichado por el Botafogo brasileño, que le cedió al Sporting Clube de Braga.
La 2014/15 fue su mejor temporada. En el filial minhoto llegó a los casi 1.300 minutos de juego, repartidos en 21 encuentros, aunque con el primer equipo solo disputó un choque. Ese fue el inicio de su periplo por las distintas categorías del fútbol luso. En las siguientes campañas pasó por el Académico de Viseu y el Leixões Sport Clube, ambos militantes en Segunda División, y jugó 572 y 62 minutos, respectivamente.
En el mercado invernal de 2018 cambió Matosinhos, cerca de Porto, por Olhão, una pequeña ciudad del Algarve cercana a Faro. Fue una nueva cesión que le llevó a las filas del Sporting Clube Olhanense, aunque, nuevamente, Saná no mostró ninguna de las cualidades que en su día le hicieron destacar. Apenas disputo 115′ en la Tercera División portuguesa, lo que no le impidió ir convocado con la selección de Guinea Bissau para varios amistosos.
Tras el enésimo préstamo infructuoso, el centrocampista cambió el cálido sur de Portugal por la fría Rumanía. Con el objetivo de relanzar su carrera se unió al SCM Gloria Buzau, con el que ascensió de Tercera División a Segunda, aunque no disputó ningún minuto. Esta campaña continuó bajo las órdenes de Ilie Stan, pero solo jugó un partido. Así, en el mercado invernal, Saná abandonó el cuadro rumano y, actualmente, a sus 28 años, está sin equipo. Del ‘puta madre’ que se esperaba cuando fichó por el Real Valladolid no hay, ocho años más tarde, rastro alguno.