Y, en medio de todo el caos, la pausa. Forzosa, pero pausa al fin y al cabo. Estábamos tan inmersos en nuestro ajetreo diario que no lo vimos venir. Pensamos que eso, el maldito ‘bicho’, solo atacaba en países lejanos al nuestro. Quizás lo sentimos un poco más cerca cuando llegó a Italia. Ahora que lo tenemos aquí, la sensación de estar viviendo en una película de ciencia ficción no nos abandona.
Así, en este parón forzoso, a mí me ha dado por reflexionar sobre lo urgente y lo importante. Porque… ¿cuántas veces, en nuestro día a día, alentados por la prisa de lo urgente, nos perdemos lo importante?
A esa cajera que, tras una larga jornada de trabajo, aún tiene fuerzas para sonreír cuando entras a comprar cinco minutos antes de que cierre el supermercado.
A ese médico que, después de haber salvado la vida de un paciente, llora en una esquina del hospital, descargando su tensión.
A esa limpiadora que encadena varias casas en un mismo día para poder costear el tratamiento de un familiar enfermo.
A ese camionero que, en un nuevo viaje de varios días, se ha vuelto a perder el cumpleaños de su hijo.
Nos perdemos, en definitiva, todos esos detalles de los que ahora son nuestros héroes. Aunque, en realidad, siempre lo han sido. Por eso, en estos días lo urgente es que nos quedemos en casa, porque lo importante es volver a abrazar(te). Lo urgente es superar, unidos, esta crisis, para después volver a disfrutar de esas cañas antes de subir al José Zorrilla.
Todos, en mayor o menor medida, hemos fantaseado durante estos días con qué será lo primero que hagamos cuando todo pase. Sí, esto también pasará. Tarde o temprano volveremos a la rutina, que no a la normalidad. Después de estas semanas, nada será igual. No seremos los mismos. Ya lo dice Haruki Murakami: no sabrás cómo lo lograste, ni siquiera si se ha acabado, pero de lo que sí estarás seguro es de que no eres la misma persona que entró en la tormenta.
Nuestro temporal ha llegado en forma de virus que nos ha obligado a serenarnos, bajar el ritmo y pararnos a pensar. Y, entre sus olas, ha aparecido un tesoro, valioso si sabemos aprovecharlo: aprender, por fin, la diferencia entre lo urgente y lo importante. Ojalá no olvidemos nunca esta lección.