Los de Sergio González, que cuajaron un gran encuentro, no pudieron remontar un gol tempranero de penalti que tuvo que repetirse por decisión del VAR

Vista la competitividad entre el Real Valladolid y el Sevilla en el choque disputado este domingo, podría pensarse que los dos equipos estaban jugando, como poco, un partido con un título de por medio.
Desde el primer minuto hasta el noventa, pucelanos y sevillistas pelearon por cada balón, por cada oportunidad y por tres puntos que cayeron finalmente del lado andaluz. El gol de Banega, de penalti que, para añadir más voltaje al encuentro, tuvo que repetirse, concedió la victoria a los visitantes frente a un conjunto blanquivioleta que echó el resto en el césped, pero que no fue efectivo en los metros finales.
Hacía frío en la capital castellano y leonesa y prueba de ello eran los guantes de Lucas Ocampos, incombustible durante todo el encuentro y pareja de baile de un Nacho Martínez que tuvo sus más y sus menos con el argentino. Así fue desde los instantes iniciales, con un Jesús Navas que percutía una sí y otra también la banda derecha del Zorrilla.
En el otro lado, Reguilón, también muy vertical, intentando dar anchura al campo y dibujó un partido de ida y vuelta al que se sumó un Pucela algo más pasivo en el arranque, pero que poco a poco buscó meter ritmo al contragolpe.
No obstante, fue el cuadro de Julen Lopetegui el que golpeó primero, precisamente valiéndose de la velocidad de Reguilón, que en una de sus internadas cedía un balón a la olla que despejaba mal Kiko Olivas. Llegaba al rechace Nolito, que antes de golpear la pelota se encontró con un Moyano que le arrolló como un camión. Era penalti. Banega se iba a los once metros.
Se respiraba la tensión en Zorrilla antes del disparo del capitán hispalense, que detuvo muy hábilmente Masip. El cancerbero blanquivioleta se redimía de su error ante el Alavés y lanzaba su grito al cielo. El estadio se venía arriba, aunque solo por unos instantes. El VAR revisaba el lanzamiento y, tras las comprobaciones pertinentes, determinaba que el portero catalán estaba adelantado antes del chut. Segundo intento para Banega, que esta vez no falló y mandó el cuero a la escuadra. Castigo demasiado severo para un buen Real Valladolid.
Lejos de venirse abajo, los de Sergio González supieron sobreponerse. Míchel, a balón parado, provocaba peligro constante con balones templados que no encontraron rematador. Entre tanto, Nacho y Ocampos seguían a los suyo y el colegiado tuvo que amonestar a sendos futbolistas tras una acción en el área pucelana que acabó con los dos en el suelo. Su pugna era un reflejo perfecto de lo que estaba siendo el partido: garra e intensidad.
Continuaba insistiendo en Pucela mediante un juego, en ocasiones, un tanto precipitado. La pizarra de González era la única nota de paciencia a un choque eléctrico que no dejó a nadie indiferente. En el 38′, tijera al larguero de Sandro y, apenas cinco minutos después, Nolito perdonó un gol claro con un intento de vaselina que terminó manso en las manoplas del cancerbero rival. Lo dicho, un choque para no perderse.
Tras el intervalo, mismo guion: enfrentamiento rapidísimo y creación de juego por bandas. El Real Valladolid seguía acumulando acciones a balón parado, que no conseguía resolver gracias en parte a un extraordinario nivel de concentración de Diego Carlos y Fernando, correctísimos a lo largo de todo el encuentro.
La lluvia contribuía a un mayor espectáculo y a alguno que a otro, como a Guardiola, que casi lastima a Vaclík por un resbalón, o Salisu, que se fue dolorido y cerca estuvo de perderla en la frontal a falta de cuarto de hora para el pitido final, a punto estuvo de causar un mal mayor. Ocampos olía a sangre en cada pase entre los centrales pucelanos, aunque ahí estaba Nacho para recordarle que era con él con quien tenía la cita esa noche. El propio Ocampos acabaría expulsado ya en el último minuto, aunque poco parecía importarle, pues el jugador era consciente de que el Sevilla volvía a casa con una victoria tras un partido complicado.
El Real Valladolid lo intentó, por todos los medios, aunque le faltó precisión y cabeza en los metros finales. Sin embargo, los del Pisuerga dieron la cara ante un contrincante que asciende al tercer puesto de la clasificación. Los de González, por su parte, caen hasta la decimocuarta y mantienen unos diecisiete puntos que, como plasmaron ante los suyos, defienden con uñas y dientes.