El mediocentro del Villarreal fue el jugador más desequilbrante y abrió la lata a ocho minutos del final para noquear a un Pucela plano y al que más tarde sentenció el exblanquivioleta Ontiveros

Bien fuera por el sopor que provoca un partido a la una de la tarde, o por un sol inusual tras la «gota fría» que azotó la semana pasada el territorio castellonense, el encuentro entre el Villarreal y el Real Valladolid transcurrió a un ritmo lento y a veces hasta tedioso.
Por un lado, los de Javi Calleja, dominador con balón, moviéndolo como el que mastica un chicle hasta que lo deja insípido y correoso, y, por otro, el Pucela, preocupado por defender, pero sin ser capaz de hacer daño a la contra a excepción de ocasiones contadas como el tiro al palo de Sandro Ramírez al inicio de la segunda mitad.
Solo Cazorla, que comandó a su equipo con inteligencia y calidad, y el exblanquivioleta Ontiveros, que puso el broche en los instantes finales, lograron decantar la balanza y privaron a la escuadra visitante de conseguir la que hubiese sido su tercera victoria en La Cerámica.
No hubo sorpresas en las alineaciones de sendos conjuntos, más aún vistos los jugadores convocados por los dos cuerpos técnicos.
En el caso de los vallisoletanos, la novedad la ponía Fede Barba, que se estrenaba en partido oficial para sustituir a un Nacho al que su entrenador decidió dar descanso, para asombro de muchos. El cuadro local, por su parte, formó con un tribote compuesto por Iborra, Cazorla y Zambo Anguissa: sin duda un trío que ejerció de motor del equipo y que estuvo mejor y más preciso que los Míchel, Alcaraz y compañía.
Con este panorama daba comienzo el partido, con un guión que se ajustaba a lo dicho por Sergio, quien, según sus palabras, podía aprovecharse del sistema de juego del Villarreal, plantear un esquema serio en defensa y salir a la contra con rapidez. Buena idea, al menos sobre el papel, aunque en la práctica se vio un juego más bien torpe y sin demasiada habilidad para crear ocasiones de peligro.
De hecho, solo Sandro, que se fue un día más sin marcar a la caseta, y Guardiola, intenso como siempre, lo intentaban en los pocos balones que les llegaron en la primera parte. Sin embargo, en ningún momento los de la meseta impregnaron el peligro necesario y el «plan del contrataque» acabó convirtiéndose en fugaces arrancadas y balones largos sin mucho sentido para que corriesen los de arriba. Faltaba creación, faltaba cabeza.
El Villarreal, que acabó mejorando conforme al paso del tiempo, tampoco lograba provocar demasiado peligro. Quería más, sí, pero tampoco producía tanto. Las mejores jugadas llegaban de la mano de un Santi Cazorla sobresaliente y que se acogió a eso de «el que tuvo retuvo», porque vaya si se notó la diferencia con respecto a los otros veintiún sobre el campo. El asturiano elegía siempre la mejor opción, generalmente en la banda de Quintillá, y amenizó unos primeros minutos aptos para maridar con una buena taza de café.
Llegado el 60 en el electrónico, y tras un comienzo de segunda parte bastante similar a lo visto en los anteriores minutos a excepción de un tiro al poste de Sandro que trajo el “uy” a la grada o, más bien, la despertó, los banquillos movieron ficha y salieron al césped Ekambi, Chukwueze y Ontiveros, por parte de los amarillos, y Waldo Rubio, por la del Real Valladolid. El cambio de piezas le benefició sin duda a un Villarreal que a partir de entonces metió una marcha más y comenzó a acosar a su rival, por entonces visiblemente desgastado.
Cazorla, de nuevo con la batuta, manejaba el ritmo del encuentro y tras dos avisos del recién incorporado Ekambi, uno de ellos exigiendo a Masip a sacar una mano milagrosa, llegó el penalti favorable a los valencianos. Dícese que a la tercera va la vencida y así fue, porque de nuevo Ekambi, tras una buena pared en la frontal con Ontiveros, enseñaba el caramelo a Salisu, le recortaba dentro del área y el canterano pucelano estiraba la pierna, derribaba al delantero y escuchaba el pitido del colegiado. Pena máxima. Menos de quince minutos para el final.
Quien sino iba a tirarlo que el mejor jugador del cruce, Santi Cazorla, que envió el balón a la red pese a una muy buena estirada de Masip, guardameta que casi logra detener el lanzamiento desde los once metros. Llegaba así el 1-0, que dio paso a un final del partido monocolor, pues el Pucela no volvió a aparecer, aunque en realidad nunca lo había llegado a hacer.
A un minuto para el final, Ontiveros, para hacer honor a la maldición que tiene el Real Valladolid con sus «ex», anotaba el 2-0 definitivo mediante un testarazo dirigido al segundo palo. Con esta es la cuarta jornada consecutiva sin ganar para los pupilos de Sergio, que ahora tienen escasos tres días para corregir errores antes de que el Granada visite Zorrilla.