El Real Valladolid sacó un punto de Mendizorroza tras un partido en el que, de nuevo, salió dormido y pudo tanto ganar como perder

Desde que salió a la luz el primer teaser de Joachim Phoenix convertido en el Joker, a los aficionados de DC Comic se les cae el hype de los bolsillos. Era sabido de antemano que el film contaba con ciertas influencias de ‘Taxi Driver’, que se adivinan en los abaneos de Arthur Fleck. Visto el tráiler, los fans, que tenían los dedos cruzados, pueden estar contentos después de verbalizar un «ni tan mal».
Esa expresión, tan tópica de fechas veraniegas y de imágenes playeras, la puede hacer el suya el Real Valladolid después de un viernes que bien pudo ser de crucifixión. La primera media hora, indigna, aberrante, debe invitar a la reflexión incluso después de levantarse hasta quizá merecer ganar, o por lo menos tener ocasiones para ello.
Porque toda máxima de esperanza pareció irse por tierra después de encajar dos goles en veinte minutos. Ese primer tercio tentaba a la bicha, la llamaba, ponía a los blanquivioletas frente a un espejo sucio que devolvía un reflejo decrépito. De Segunda. Aunque luego las tornas cambiaron, en un primer momento pareció ser la imagen esa del Joker obligándose a sonreír mientras se le cae una lágrima desmaquillante.
«Mi madre siempre me dice que sonría y ponga cara de felicidad», dice el también conocido como guasón, mientras de fondo suena irónica una canción que invita a la alegría en momentos a la vista jodidos. Así estaba el Pucela, para qué mentir, tras los dos errores groseros de concentración que se llevaron por delante a Yoel.
El pase de Borja que salvó de sacar el cancerbero antes de regalar el gol a Guidetti, que presionó como un diablo mientras al cancerbero se le heló la sangre; primero para controlar y después para tratar de sacarse la pelota de encima tan tarde. El inicio devastador fue a peor por el enésimo gol encajado a balón parado, un centro de Jony en una falta lateral que botó en el área pequeña antes de colarse mansa por el segundo palo.
Sucede que el fútbol es caótico e imprevisible, y en una jugada tan aislada como esas, la coronilla de Joaquín –esta vez mediocentro– desvió lo justo el envío de Óscar Plano para que Pacheco no pudiera hacer nada. Después de cómo se habían presentado los vallisoletanos, en paños menores cuando debían vestir de gala, acortar distancias podía parecer un premio excesivo. No lo fue porque incluso Sergi Guardiola rozó el empate antes del descanso, si bien Pacheco se vistió de Batman para evitar que se impusiera el caos.
Keko y Borja se lesionaron y dejaron su lugar a Waldo y a Míchel, que mejoraron (a poco) al equipo. Con todo, la primera parte resultó ser una suerte de esquizofrenia, con demasiadas incidencias para tan poco juego. Y es que si bien el Real Valladolid fue al alza, nadie supo cómo, quizá simplemente el gol fue revitalizante.
Y la segunda mitad no fue muy diferente, aunque ya no hubo desconexión del Pucela. Solo faltaba. Por contra, Waldo trataba siempre de desbordar, la zaga se mantenía firme y Sergi Guardiola volvía a demostrar que los números son un mal compañero de viaje, puesto que su nivel está por encima de las prestaciones cosechadas. No en vano, provocó el penalti que Ünal convirtió en la igualada y dispuso de varias oportunidades claras para marcar el tercero.
Con la intermitencia siempre puesta, los de Sergio González fueron a por el partido, aunque nunca se llegaron a desmelenar. Quizá influyó el que no se agotaron los cambios y desde el banquillo la indicación fue que había que ser cerebrales para no dejar escapar al menos lo logrado. No obstante, a punto estuvo de pasar, en otro envío lejano a balón parado que Yoel midió mal y acabó con un despeje de Calero al palo, previo resbalón.
Habría sido otra vez un castigo excesivo para un Real Valladolid que considera el punto un mal menor a pesar de que se pudo alzar con los tres. Cosas del fútbol, diría el técnico en la posterior rueda de prensa. Del fútbol y de la locura en la que se encuentra inmersa en este tramo final el conjunto blanquivioleta, que debe ganar al Girona el martes para seguir vivo en la lucha por la salvación.