El central vallisoletano, imperial, dio al Real Valladolid B los tres puntos ante un Celta B yermo y desacertado

Foto: Sergio Borja
Bien sabe Rubén Albés lo que es sufrir el viento de Los Anexos. Lo hizo durante la temporada mágica en la que dirigió al Real Valladolid Promesas junto a su inseparable Toni Madrigal y lo hizo este sábado, esta vez sentado en el banquillo rival, con el Real Club Celta B. Los suyos suelen ser equipos de autor, reconocibles por su juego, incluso cuando el aire sopla. Contra los de Miguel Rivera lo fue seguramente mucho menos de lo que hubiera deseado.
Y eso, sin duda, se debió a la capacidad de los blanquivioletas de dominar las áreas, por lo menos la que defendía, sobre la cual no se vieron excesivas oportunidades a pesar de lo incómodo que resulta defender a Manu Apeh y a Iban Salvador. El pequeño guerrero africano sigue siendo lo que era, una molestia, un follonero desquiciante llamado a marcar diferencias al menos en la Segunda B. Nada de lo que generó sirvió de nada.
Los vallisoletanos tuvieron más el cuero en los primeros instantes y, comandados inicialmente por Miguel, dominaron hasta el ecuador de la primera mitad. A partir de entonces los celestes comenzaron a crecer a la manera de Albés: laterales largos –aunque asimétricos, un punta que se descuelga, extremos interiores y con querencia por el balón y a Rai, otro ex, como brújula.
Así, en esos últimos minutos generaron varias aproximaciones con cierto peligro, gracias a las progresiones por dentro, más que a centros laterales. La actuación de Mario Robles y Salisu, sobre todo, impidió que llegaran a más esos intentos de los delanteros o de Álex Serrano. Mientras tanto, a Iván Villar le exigió Miguel, convocado este domingo por Sergio González, y que aun así se vació. Además de un tímido disparo en el inicio, lo intentó en dos acciones en las que se escurrió por banda para acabar con dos pelotazos al cuerpo del portero.
En ninguna de las áreas se vieron excesos, era difícil rasear el cuero y, ante los envíos frontales, los defensas locales se imponían y Miguel estaba muy solo a menudo. Con todo, la igualdad al descanso era manifiesta y el envite incómodo, feo, incluso, de los que cuesta un tanto digerir tanto en el césped como en la grada. Los detalles, los manidos detalles, parecían estar llamados a decidir. Y así lo hicieron.
Iban Salvador, que provocó las tarjetas de Mario Robles y Jaime Sánchez, la vio nada más empezar el segundo periodo en una falta en un lateral en una jugada a priori no demasiado peligrosa. Alberto Gil la puso, el aire acortó la trayectoria y hubo una prolongación, que cayó a Mario Robles para cabecear a la red y poner el uno a cero a la postre definitivo.
Corral lo intentó más tarde en un disparo lejano que se marchó junto a al cepa del poste en la última intentona del Promesas, que después tendría en más de una ocasión metros pero no fortuna para salir a la contra, y con el paso de los minutos otra vez el Celta B aumentó su porcentaje de posesión. Ante ello, el Real Valladolid B se defendió sin conceder demasiado, aunque los vigueses sí tuvieron una muy clara.
Un centro desde el lado derecho se envenenó por culpa del aire y pasó por delante de la portería de Guille Vallejo, que no pudo atajarlo. Sí pudo, sin embargo, reponerse para evitar con un paradón el remate de Apeh. El rechazo quedó suelto dentro del área y Sergio Bermejo remató, pero Sali sacó bajo palos evitando el empate. Lo buscó hasta el final el filial celtiña, pero Robert Costa disparó desviado cuando Rivera ya se había parapetado con tres centrales y uno más de mediocentro.
Antes de eso y entretanto, el filial blanquivioleta tiró de compromiso y trabajo defensivo para hacer efectivo el marcador. Y no se puede decir nada en contra de ello; no en esta ocasión, puesto que el Promesas fue poco natural desde el mismísimo once inicial por la acumulación de bajas. Y no es excusa, no esta vez: al margen de que Samu Pérez fuera suplente por decisión técnica, faltaba Apa, reclamado por Sergio González, Kike Pérez, El Hacen y Kuki Zalazar estaban sancionados, Waldo ya no está para estas lides… Ante la ausencia de seis titulares durante muchos momentos de la temporada, salió el bloque a sacar la cara. La dio y venció.
El Celta B fue yermo, careció, si no de fútbol, al menos sí de clarividencia por culpa del manido viento, pero también y sobre todo gracias a este buen hacer de un filial que, capitaneado por su capitán, deja encarrilada la permanencia a falta de seis jornadas, que deberían ser tranquilas gracias a los 42 puntos sumados a estas alturas. Tiempo hay para la debacle, pero con humildad y con el sacrificio de las últimas victorias en casa, lo normal es que los de Miguel Rivera confirmen su presencia un año más en la Segunda División B.
Real Valladolid Promesas: Guille Vallejo; Raúl Navarro, Mario Robles, Salisu, Corral; Jaime Sánchez, Javi Pérez; Pablo (Casi, min. 77), Alberto Gil (Carrascal, min. 69), Pedrosa (Abel Pascual, min. 87); y Miguel.
RC Celta B: Iván Villar; Sergio, Robert Costa, Ros, Diego Alende (Pampín, min. 65); Rai Marchán (Alberto Solís, min. 58), Álex Serrano; Sergio Bermejo, Iban Salvador, Dani Vega (Pastrana, min. 78); y Apeh.
Goles: 1-0, min. 48: Mario Robles.
Árbitro: Carbajales Gómez-Leandro (C.T. Asturiano). Amonestó con cartulina amarilla a los locales Jaime Sánchez, Mario Robles y Pedrosa y a los visitantes Rai Marchán, Álex Serrano, Diego Alende e Iban Salvador.
Incidencias: Partido correspondiente a la jornada 32 en el Grupo I de la Segunda División Bm disputado en Los Anexos al José Zorrilla en una tarde fría y con mucho viento, en la que Ronaldo Nazário estuvo presente viendo al filial.