Pablo Hervías vuelve al Real Valladolid para buscar ser la amenaza exterior que faltó en la primera mitad de la temporada y para hacerse con el hueco que en Primera hasta ahora no ha encontrado
Ya es una realidad: Pablo Hervías es de nuevo futbolista del Real Valladolid. Después de los intentos baldíos del verano, Miguel Ángel Gómez y Sergio González tienen de vuelta a uno de los héroes del ascenso, uno que, como demostró el ostracismo al que lo condenó José Luis Mendilibar, jamás debió irse, pero si lo hizo fue porque él lo reclamó para jamás brindarle la oportunidad de ser lo que había sido en Zorrilla.
Cierto es que, en una temporada de dos caras, la mejor suya llegó en el tramo final, a las órdenes del catalán, antes su rendimiento había distado del que terminó descollando en las últimas fechas y en la promoción. No menos que, pese a la irregularidad inicial, sin su gol contra Osasuna y quizá sin el postrero frente al Real Sporting quizá el ascenso jamás habría llegado.
En ese contexto, se ganó el derecho a jugar en Primera, algo que el entrenador de Zaldibar primero le concedió y después le negó. Lo hizo como parte de un ataque que, salvo Mata, podría repetirse de ahora en adelante, en el que brilló junto a Óscar Plano, Toni y el propio Mata de una forma muy específica, pegado a la línea de cal y con metros por delante, estirando el campo por fuera y buscando salida en velocidad.
Si en algo destacó el Real Valladolid desde la llegada de Sergio González fue en la gestión del bloque medio-bajo, y en esas, el wing riojano mostró compromiso a la hora de fijarse en zonas y actitudes de repliegue y en la transición ofensiva, que brilló con luz propia hasta acabar de convertir a los cuatro señalados en los cuatro jinetes del Apocalipsis. Cuando el balón no superaba la primera línea de cuatro con la que se encontraban los rivales, estos cuatro salían veloces y hacían daño.
Bien por los incesantes problemas físicos de Ivi López, porque realmente Antoñito y Leo Suárez no son eso o porque Keko y Verde no han terminado de tener tampoco continuidad en lo físico y no acaban de hallar continuidad dentro de un mismo partido, el equipo ha adolecido de esa amenaza exterior real que él suponía. Para seguir siéndolo se le quiso en verano, a pesar de que públicamente siempre se respetó al Eibar. Y para eso, con el grato recuerdo de lo que fue, vuelve.
Si bien las miras se han centrado en los problemas para hacer gol, reales y mayores, la falta de desequilibrio es otra circunstancia que se ha notado en la primera mitad de la temporada, no tanto porque falte calidad en el plantel como porque la cantidad de factores diferenciales como lo son su técnica y su velocidad es, si no baja, menor que la de otros rivales de la categoría.
Ese lado derecho lo estaba acuciando, necesitaba un especialista sin igual durante toda la nómina de la primera vuelta (salvo Keko) y que a priori se potenciará y será optimizado, sobre todo, en contextos de menor dominio, en los que su velocidad será un desahogo. Y además, Sergio vuelve a ganar un centrador –lo es desde la cal o desde una segunda altura por encima de sus compañeros de posición o de Toni– y otro generador a balón parado a mayores de los que ya disponía.
El reto, con todo, es mayúsculo para conseguir el más difícil todavía, porque si lo fue revertir la situación pobre de la que se levantó la campaña pasada el Real Valladolid, la actual, siendo más propiciatoria por la puntuación conseguida a estas alturas, es otra llamada a la heroicidad. Contando con el presupuesto más bajo de toda la Primera División y con el mayor potencial deportivo y económico de algunos de los rivales que sufren en la zona baja, cualquier ayuda que se preste es poca.
Con el recuerdo en la cabeza de todos de cómo acabó su primera campaña en Valladolid, en la que fue realmente feliz, el propio Hervías buscará reencontrarse en Zorrilla con su sonrisa y con su mejor versión. Su lugra en la Primera División, ese que finalmente no consiguió hacerse en Ipurua, lo tendrá si se consigue la salvación sea cual sea su rendimiento. Aunque dónde mejor que en casa, con quién mejor que con Sergio, para sonreír de nuevo. Si lo hace, con él, de nuevo, sonreirán todos.