El Real Valladolid sorprende al FC Barcelona con un planteamiento perfecto que a punto está de otorgarle un merecido punto
Cuando todo acabó, la alegría era mayor que la decepción. En los vomitorios desfilaba la afición sonriente, incluso cantando, salvo algún disconforme que, con razón, decía que la alegría se había quedado a un cuerpo de distancia, ese que separó a Keko en su testarazo de la posición legal. Si el VAR tenía que decidir algo, la hinchada habría preferido ver la pantalla subir, al árbitro hacer el gestito y, sobre todo, dar al Real Valladolid un gol que era merecido, pero, según Mateu Lahoz, también en fuera de juego.
La expectación producida igualó a lo que pasa en un penalti, «gol, gol, gol», gritaba Zorrilla, como si así se le fuera a conceder. No tocaba esta vez, aunque habría sido el colofón a un plan perfecto no solo en la confección, sino sobre todo en la ejecución, que provocó –junto al césped, todo hay que decirlo– el atasco de un Barcelona que casi se marcha con un disgusto.
La maraña
Sergio González sorprendió no tanto con su alineación como por la disposición de sus jugadores: un 4-3-3 con Toni en la mediapunta y con Óscar Plano y Enes Ünal dividiéndose sacrificios, que no tanto atenciones, pues apenas hubo ataques posicionales; fueron todos del Barça. Todos malos.
Además, los diez jugadores de campo se juntaban en las tres zonas interiores y dejaban desocupadas (que no desatendidas) las bandas, algo que casi no aprovechaban los azulgranas, que si bien querían ser profundos, nunca generaban asociaciones realmente junto a la cal.
El plan pergeñado permitió no sufrir en la primera media hora, lo cual ante el mejor Barcelona posible en cuanto a nombres no es moco de pavo. Por si fuera poco, los topos, los tepes y las arenas movedizas hacían el resto; jugaban en contra de quien más quería construir. El que más jugaba a destruir corría, cuando podía, como el alma que lleva el diablo, con cabeza pero con ambición.
Los principales apuros llegaron de las botas de Dembele, y fueron más en los últimos minutos de la primera mitad, en los que por su banda izquierda llegó la mayor sensación de peligro. Sin embargo, las ocasiones más claras fueron de Luis Suárez y Coutinho, que se encontraron con Masip. En el otro lado del campo, mientras, el verde no se pisaba apenas, aunque cuando hacían los tres de arriba, Toni, Ünal y Plano, se esbozaba una sonrisa en la cara del aficionado.
El matiz de Valverde
y la ambición de Sergio
Al descanso, Valverde cambió a Dembele de banda y la variación surtió efecto cerca de la hora de juego, aunque quizá no tanto por el matiz en sí mismo como porque por primera vez el Barça hizo ancho el campo de verdad e hizo un cambio de orientación, hecho inaudito. La apertura de derecha a izquierda, el centro hacia Sergi Roberto de nuevo al otro lado y el remate final de Dembele para el cero a uno no fueron nunca una losa. Quedaba por ver si había un ‘Plan B’. Y sí.
En inferioridad en el marcador, ya no valía el planteamiento inicial, y entonces Sergio González pasó a formar con ‘su’ 4-4-2 tras la entrada de Keko en banda derecha que recolocó a Toni en la izquierda. Y si alguien pensaba que ‘El Raspilla’ se había presentado al mundo en Girona quizá estaba equivocado. Sin desmerecer aquella actuación, pidió para sí los focos ante el campeón y enloqueció a una defensa incómoda como lo estuvo a todo el equipo.
Con igual decisión que antes pero mirando más a portería rival, el Pucela se fue adueñando del balón ante quien lo suele monopolizar, minimizado a contraataques con los que podía sentenciar (es más: Suárez vio puerta, pero en fuera de juego), aunque estando lejos de su mejor versión. Las oportunidades, y sobre todo la sensación de peligro latente, fueron creciendo y poco a poco el empate fue visto como lo justo y como algo que llegaría.
Kiko Olivas y Keko lo tuvieron en sendos testarazos, el primero en una acción a pelota parada y el segundo en un centro de Toni. Y cuando este se marchó y dejó su lugar a Verde, apareció otro canterano, un Calero imperial, para recuperar un balón en el centro del campo y, con corazón, irse hacia adelante hasta centrar al corazón del área. Gontán marcó y Zorrilla enloqueció mientras el línea tenía el banderín levantado, De Burgos Bengoetxea consultó a Mateu Lahoz, encargado del VAR, y este acabó de refrendar la posición antirreglamentaria del cuerpo del rematador y de echar al traste parte de la alegría que ya había inundado el coliseo. Solo parte: el Real Valladolid compitió tan bien que muchos se marcharon igualmente contentos.