La llegada de Masip al Real Valladolid sirvió para volver a tener un portero de garantías y calidad, algo que no sucedía desde hace varias temporadas
Tener un portero eficiente es algo que cualquier equipo desea. La casa siempre se construye por los cimientos, que en este caso son los cancerberos. El Real Valladolid no terminó de dar con la tecla en esa parcela tan importante y eso siempre le supuso un hándicap.

Por Zorrilla han pasado muchos en las últimas temporadas, entre los que destaca Kepa Arrizabalaga, cuyo crecimiento en el Athletic Club le ha permitido ir convocado al Mundial de Rusia. Pero ni él mismo logró dar ese paso adelante; aunque también había que tener en cuenta su juventud.
Así, el acierto de la dirección deportiva con Masip ha sido uno de los puntos más destacados en la presente temporada. El portero llegó procedente de todo un FC Barcelona, donde venía siendo el tercer portero. Sí, entrenaba todos los días con Messi, pero le faltaba jugar y por ello decidió salir de allí.
Durante las tres temporadas que fue uno más de la primera plantilla azulgrana solo disputó cuatro partidos -repartidos en las dos primeras- y encajó una media de un gol por cada uno de ellos, dejando la portería a cero en una ocasión. Con una participación en Liga y tres en Copa, el cancerbero no pudo saborear demasiado lo que es jugar de verdad, aunque compartió puesto con compañeros de la talla de Claudio Bravo, Ter Stegen y Cillesen.
Pero Masip, a sus veintiocho años, necesitaba ese cambio, sentir lo que era ponerse bajo los palos en un estadio cada fin de semana. Ahí entró la figura de Miguel Ángel Gómez, director deportivo blanquivioleta, que consiguió traerle a Zorrilla. Conocía la Segunda, puesto que había disputado 76 partidos con el filial del Barça en cuatro temporadas –de la 2010/11 hasta las 2013/14–, algo que seguro que también resultó un factor importante en la decisión.
El Real Valladolid venía de una campaña complicada, en la que Isaac Becerra fichó tras conseguir el ‘Zamora’ con el Girona, que se quedó a las puertas del ascenso. Un portero que parecía ideal para el proyecto blanquivioleta, pero que no acabó de encajar. Los errores destaparon un atípico carácter y Zorrilla se quedó con las ganas de disfrutar de él.
Por lo tanto, la papeleta de Masip era compleja. Pero pronto demostró ser un portero de garantías. Seguro por arriba, con buenos reflejos y un juego de pies entrenado en un Barça que lo cuida de mimo. Un guardameta completo que ha otorgado una seguridad al resto del equipo, aunque no al revés, ya que la estabilidad defensiva no ha sido protagonista hasta esta recta final.
Precisamente, en el partido de Liga en Soria alcanzó la decena de veces con la portería a cero. Un mes y unos días más tarde regresó a Los Pajaritos para ser partícipe del resultado tan positivo que cosechó el Pucela (0-3). Además, lo hizo dejando su firma, con una buena parada casi al final que sirvió para mantener la ventaja de tres goles.
En definitiva, una seguridad que al fin el Real Valladolid ha recuperado en la portería desde que se marchó el palentino Sergio Asenjo. Ahora, el catalán podrá disfrutar de la Primera División, en la que debutó el 23 de mayo del 2015. En aquella ocasión no pudo dejar la meta a cero, ya que el FC Barcelona empató a dos contra el Deportivo de La Coruña, pero a buen seguro resultó una gran experiencia para él en el Camp Nou. El próximo curso buscará un nuevo escenario para jugar el segundo y muchos más partidos en la máxima categoría del fútbol español.
El apoyo de Becerra
Para un portero siempre es complicado ser el suplente, y más cuando en este caso Isaac Becerra fue titular en la 2016/17. ¿Cómo iba a aceptar su nuevo rol después de esto? Pues lo terminó encajando a la perfección. El ex del Girona no dejó de trabajar y, a buen seguro, habrá aprendido de su compañero.
Su protagonismo pasó a las actuaciones en la Copa del Rey. Dejó la portería a cero frente al Huesca (0-2) y a la Cultural Leonesa (0-4), pero no pudo con el Leganés (1-2 en Zorrilla y 1-0 en Butarque). Cuatro partidos en los que encajó tres goles y en los que no desentonó, pese a no estar habituado a jugar.
Solo le quedó aceptar que Masip estaba un escalón por encima, pero sin parar de esforzarse por si en alguna ocasión tenía la oportunidad de jugar. No fue así en Liga, ya que vio desde el banquillo las 42 jornadas. En la última, la vivida en Zorrilla ante Osasuna, Becerra no pudo contener su alegría y, tras el pitido final, esprintó hacia su compañero para fundirse en un abrazo; situación que repitió en El Molinón en play-off y que encantó a la afición blanquivioleta.