Jaime Mata no pudo reprimir las lágrimas en su despedida, consciente de que deja un gran legado en una ciudad que ya guarda un precioso recuerdo de él
No hay nada más triste que una despedida. Un adiós, un «ya nos volveremos a encontrar en otras circunstancias». Y desde luego, en el mundo del fútbol no hay excepciones. Que se lo digan a Jaime Mata, que este domingo vivió un episodio especial, digno de ser recordado durante toda una vida. La celebración de la Acera de Recoletos era técnicamente su último acto oficial como jugador del Real Valladolid, y todo el mundo, él mismo incluido, eran conscientes de ello.
Y claro, en las despedidas se llora. Las lágrimas vienen a ser la mejor demostración de que Mata quería quedarse, pero al mismo tiempo venían a reflejar una impotencia terrible al haber firmado ya con el Getafe. No hay más. Un contrato es sagrado. Ver al delantero diciendo adiós a la ciudad ante 30.000 vallisoletanos fue, sin duda, el momento cumbre de la celebración.
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