Volver a España el mismo día en que el Real Valladolid puede ascender a Primera División no es algo que se elija, es algo que sucede
Veinticuatro de abril de 2018. En esa fecha, servidor desconocía muchas cosas que después acontecieron. No sabía, por ejemplo, que cuando volviera a España, el país iba a estar presidido por otra persona, por otro gobierno. Tampoco sabía, por ejemplo, que la selección nacional de fútbol, ya en Rusia, al igual que yo, y a dos días de su debut mundialista, mudaría de técnico.
Podía intuir otra serie de cosas que también sucedieron después: la Copa de Europa del Real Madrid o el undécimo título de Roland Garros de Rafa Nadal. Sin embargo, algo que por entonces no imaginaba puede llegar a ser una realidad consumada este mismo sábado. Era algo que ni en el más alegre de mis sueños contemplaba. Esa cosa no es otra que un Real Valladolid en Primera División.
Todavía recuerdo perfectamente cómo, a principios de septiembre, mi madre, siempre preocupada por cuadrar la maleta, introdujo en la misma algo en lo que no había reparado. Yo no le di demasiada importancia, pero ella insistió: “Para que te acuerdes de dónde vienes”. Yo ya había puesto en mi equipaje dos camisetas del Real Valladolid, pero fue ella quien se dio cuenta de que faltaba la bufanda del Pucela.
Y, ciertamente, ocho meses después puedo decir que la bufanda me ha sido de gran utilidad, y no porque con menos veinticinco grados bajo cero protegiera mi garganta de un frío para mí nunca antes imaginado, sino porque fue la compañera habitual en los ratos en que más añoraba mi casa. Estos no eran otros que aquellos en los que el Real Valladolid disputaba sus encuentros.
Pero volvamos a la fecha con la que iniciaba estas líneas. ¿Qué sucedió ese veinticuatro de abril? Para mí, porque no creo en las casualidades, fue el día en el que el Real Valladolid comenzó su posible ascenso a Primera División.
Un vuelo a Primera División
Una vez acabara el curso, que aquí en Kazan se produce sobre mediados de junio, volvería a casa. El baile de fechas no era muy extenso, pues mi propósito era y es presentarme a las oposiciones al cuerpo de profesores de Secundaria. Las pruebas para ello comienzan el día 23, con lo que no tenía mucho margen.
Da la casualidad de que Kazan es sede mundialista, y casualmente aquí disputará España su partido frente a Irán el día veinte de junio. Con lo que, sí, podía arriesgarme y apurar los días para poder ver al combinado nacional en directo y luego marchar a España.
Un Mundial quizás sea algo que solo se puede vivir una vez en la vida, siendo generosos. La lógica dictaba poder vivirlo y aprovechar que el Volga pasa por Kazan para hacerlo en el propio estadio. Sin embargo, no estaba muy convencido de ello, y con el paso de los días, desistí. Finalmente, podía elegir cualquier fecha antes del veintitrés para volver a España, y he aquí que empieza algo que no puede ser casualidad.
El primer día que elegí para retornar fue el propio día veinte, aunque luego pensé que apurar tanto era una estupidez. La fecha elegida para mi regreso a casa iba a ser el domingo diecisiete, con una semana de preparación para mi examen de oposición. Y ahí apareció la magia: la preferencia de quien me recibiría, la escala demasiado larga, el destino… Finalmente, aterrizaría (y aterrizaré, si Dios quiere) en Barajas el sábado dieciséis a la una del mediodía.
Y fue el veinticuatro de abril cuando reservé el vuelo. Siendo justos, quizás el Real Valladolid comenzó su camino al posible ascenso catorce días antes, cuando se oficializó la contratación de Sergio González. Pero, esa es otra historia que también os hemos contado y contaremos en esta web.
Las casualidades no existen. No puede ser casualidad que, con todos los avatares del destino, con todos los bailes de fechas, con todas las posibilidades existentes, vuelva a casa el día en que el Real Valladolid pueda consumar su regreso a Primera División. Quizás, inconscientemente, cambié la selección nacional por mi equipo, por mis colores. Y lo haría un millón de veces más. El avión aterrizará el sábado a la una del mediodía en Barajas; recen, si lo tienen a bien, por continuar esta bendita casualidad.