Los goles de Kiko Olivas, Hervías y Óscar Plano otorgan al Real Valladolid una amplia ventaja para afrontar con seguridad la vuelta en Zorrilla el próximo sábado
Foto: LFP
No hubo asedio a Numancia, pero el Real Valladolid conquistó Los Pajaritos con gran maestría y solvencia. No sufrió ni hizo sufrir, pero consiguió otros tres goles y, casi igual o más importante, dejó su portería a cero. Las murallas se resquebrajaron gracias a la cabeza de Kiko Olivas, al francotirador de Hervías y a la flecha de Óscar Plano.
Si algo ha demostrado este Pucela es que sabe jugar finales. Lo lleva haciendo desde principios de mayo, y se ha convertido en un experto. No hace falta dominar, ni asediar, hace falta estar seguros atrás y certeros arriba. Y los de Sergio González lo hacen a la perfección.
Con un Calero inconmensurable, con unos extremos enchufadísimos, un Óscar Plano que lo mismo juega de segundo punta que aparece por fuera, con la barita de Mata, con un centro del campo que destruye, crea y que sabe sostener al equipo, unos laterales que entienden que su primera tarea es defender y con un portero que aparece cuando se le necesita, este Real Valladolid ha puesto pie y medio en Primera División.
Los blanquivioletas salieron con una propuesta clara a Los Pajaritos. Tranquilos y bien ordenados atrás y arriba balones a Mata. El delantero se hinchó a correr, pelear y presionar, pero no tuvo el premio del gol. Dio otras cosas, oxígeno, espacios y movilidad. Y a eso se dedicó el Real Valladolid en la primera mitad. Y le salió a las mil maravillas.
Y funcionó gracias a una jugada que parecía aislada, una falta que sacó rápido Gianniotas y que dio la sensación de que estaba destinada a ser un error. El pase rápido fue a Calero, que escorado en la banda poco podía hacer. Sin embargo, el de Boecillo se la devolvió al griego. Este se perfiló para golpear con su diestra y puso un centro perfecto a la cabeza de un Kiko Olivas que estaba completamente solo. Gol.
Y si un central dio el gol, el otro, Calero, los quitó. Y es que el canterano se mostró insuperable en la primera parte. Cierto es que Guillermo peinaba todos los balones por arriba, sí, pero nunca lo hacía cómodo. Su sombra, un muro.
Tal y como le corresponde a este tipo de partidos, el primer acto fue tenso, con mucha estrategia y pocas ocasiones. Masip, siempre muy seguro, tan solo tuvo que intervenir en centros y balones aéreos, mientras que Aitor Fernández anduvo en las mismas y únicamente tuvo una parada de mérito tras un centro lateral que se encontró sin apenas tiempo para reaccionar.
Tras el gol de Kiko Olivas en el minuto 35, los blanquivioletas se serenaron y trataron, aunque sin mucho ímpetu, buscar un segundo gol que casi llega con Jaime Mata, pero Escassi tocó el esférico lo justo como para evitar que el pichichi rematase acertadamente.
Con los nervios más calmados en los visitantes y con los locales algo desconcertados se llegó al descanso. Tras la reanudación, fueron los locales los que salieron mejor al verde. Consiguieron embotellar a los blanquivioletas en los primeros cinco minutos, pero solo eso. Más sensación que peligro real.
Y es que, si había peligro, despareció del golpe y porrazo en el 58’ con otro libre directo de Hervías. Desde cuarenta metros, sí, ¡cuarenta! El riojano, que tiene un guante en el pie, botó una falta escorada al perfil izquierdo con dirección a puerta. El balón iba tocado, con rosca y potencia. Nadie remató y no hizo falta. Aitor no pudo reaccionar a tiempo y el esférico terminó dentro de la portería.
Fue un mazazo enorme para las aspiraciones sorianas. Todavía con la posesión, al Numancia se le había apagado la luz, no inquietaban a Masip y, encima, dejaban mucho espacio atrás. El escenario perfecto para una contra blanquivioleta.
Así fue. Mata, incansable, pelador y omnipresente, robó un esférico a la zaga rival y dio un pase a Óscar Plano que le dejó solo y con treinta metros por delante. El escenario ideal para cualquier delantero. Aquel en el que Robben falló ante Casillas en la final del Mundial. Plano no falló, Aitor tocó, pero el balón, inevitablemente terminó en gol. 3-0 y solo corría el minuto 67.
El Numancia, que había perdido la luz en ataque, sufrió un cortocircuito. Se vio incapaz de generar nada y estuvo más cerca el cuarto tanto pucelano que el primero soriano. De hecho, Mata anotó, pero fue anulado por un dudoso fuera de juego.
El Pucela supo aguantar bien el resultado, se sintió cómodo y cerró el partido con una cómoda renta que le permitirá salir calmado al José Zorrilla el próximo sábado en el que, si nada se tuerce, será el último partido del Real Valladolid en Segunda División. Cuatro años después, los blanquivioletas tienen en su mano la gloria.