El primer gol dio alas a los blanquivioletas y supuso el primer paso hacia la final del play-off de un equipo que lo va dejando todo atrás

El Real Valladolid venía siendo, hasta al menos la llegada de Sergio González, un equipo acomplejado. En el tiempo de los valientes, en el de la verdad, ya fuera por un motivo u otro, los blanquivioletas siempre la pifiaban. Y no solo hablamos de esta temporada, ya que si nos retrotraemos hasta la última participación en Primera División, encontramos partidos como el 4-3 frente al Betis; y más recientemente, en Miranda el año pasado.
Pero todo parece haber cambiado, y si debemos escoger un instante preciso, probablemente sea el gol del 1-0 frente al Sporting. Un gol, además, obra de un canterano, símbolo de que también las cosas a este respecto han cambiado. Y si no, el debut de Javi Pérez en toda una semifinal de play-off de ascenso está para corroborarlo.
Para las almas
que ahora viajan más ligeros,
que han soltado lastre
y que saben también
que hay una voz, hay una voz
dentro.
Ese lastre existía. De hecho, hasta el primer gol, el equipo echaba de menos a Míchel, pese a que Anuar, Borja y Toni hacían lo que podían. El primero está sobradamente preparado para cumplir, aunque no para manejar el equipo como el ausente en el día de hoy. Borja tiene otras funciones y a Toni le cosieron a patadas. Una de ellas, derivaría en el segundo, en otro magistral libre directo convertido por Pablo Hervías.
Y dice que no,
dice que lo siento.
Dice que no se rinde,
que hagan sus apuestas,
que sigue el juego.
Este equipo no se ha rendido en ningún momento, y eso, junto con la llegada de Sergio, les ha traído hasta donde se encuentran ahora mismo. Hay varios ejemplos bastante evidentes al respecto: el del propio Calero, aprendiendo de sus fallos pretéritos; el de Anuar, a quien se le buscó una salida en verano; y, cómo no, el del pichichi Mata, defenestrado el año pasado en banda izquierda.
Dice que no hay miedo a venderte mi ilusión,
que no le tengo miedo al miedo.
Sin ese peso ya no hay gravedad,
sin gravedad ya no hay anzuelo.
A esa voz que hay dentro, que no es otra que la de la afición, no le amedrenta vender ahora su ilusión. Llenar Zorrilla no es tan complicado cuando se ve un equipo entregado, y sin el peso de ver una grada vacía ya no hay miedo a nadie, ni gravedad ni anzuelo.
Mira como floto, mira como vuelo.
Mira como floto, mira como vuelo.
Mira como avanzo, valiente,
dejándolo todo atrás.