El Real Valladolid cae en Zaragoza fruto de dos penaltis discutidos y deberá ganar en la última jornada para ser de play-off

El Real Valladolid sucumbió este domingo en La Romareda desde los once metros, distancia desde la cual Borja Iglesias redondeó su triplete gracias a dos penaltis discutidos y discutibles. En la suerte suprema el delantero gallego no falló y permitió al Real Zaragoza clasificarse matemáticamente para un play-off que, en el caso de los blanquivioletas, deberá esperar.
La intensidad y las pobladas gradas del estadio maño hicieron parecer que el partido era ya de una de esas eliminatorias por el ascenso que los dos históricos ansían. No estuvo, además, discutida con el fútbol, ya que los dos equipos trataron, a su manera, de hacerlo.
Estas ganas se manifestaron en los acercamientos que hubo desde los primeros instantes a las dos áreas, con un Zaragoza que intentaba robar en campo rival y que se jugara solo ahí y un Valladolid que tenía el cuero, que trataba de amasar la jugada y que no se desordenaba.
Cristian Álvarez y Verdasca desbarataron en los minutos iniciales sendas intentonas desde los costados, en los que se mostraron activos Borja Herrera y Pablo Hervías, aunque fueron los zaragocistas los que se adelantarían. Fue pronto, y después de un primer robo veloz que acabó en un pase a Pombo, que apareció entre líneas en el gol para filtrar un pase a Borja Iglesias, uno de los mejores delanteros de toda la categoría, que la cruzó bien delante de Masip.
Los de Sergio González no se inmutaron; si acaso, variaron en el guión inicial la presión sobre los primeros compases de la jugada cuando los aragoneses tenían el balón. No es que hubiera muchos espacios, pero como es pequeñín, Toni no necesita mucho para brillar. Se activó y brilló la media hora restante de la primera parte y pronto pudo empatar, tras una gran acción individual que culminó con un disparo que chocó en un defensa y cuyo rechazo despejó Cristian Álvarez de forma genial, con reflejos, con el antebrazo, como cuando a uno se le cae algo de un estante y trata así de evitar de algún modo que acabe en el suelo.
Mata y Plano incluso amenazaron la puerta del argentino hasta el punto de que la desventaja al descanso era injusta, ya que en las idas y venidas el Real Valladolid se hizo acreedor de por lo menos un punto. De hecho, era fue la tónica de la segunda mitad también: el Pucela siempre quiso, pero no pudo. Ni tan siquiera se puede decir que no supo: de no ser por el cancerbero argentino y por los penaltis que luego vendrían, habría sumado.
En la reanudación, Toni no tardó en empatar con su segundo tanto del curso y, ver para creer, segundo de un testarazo apareciendo al segundo palo. Pareció destapar el tarro de las esencias, pero luego no, porque unos minutos después una llave de judo de los Borjas, Fernández e Iglesias, acabó en penalti en el área de Masip, tan discutido que enloqueció a los vallisoletanos, que recibieron varias cartulinas pero no hicieron cambiar de opinión a Arcediano Monescillo. El dos a uno fue un mazazo que no compensó la expulsión de Eguaras, discutida y también puede que excesiva.
El Zaragoza, después de quedarse con diez, radicalizó sus intentos de cerrar espacios, mientras que el Real Valladolid se vio espoleado y miró siempre hacia la puerta rival. Los cambios que introdujo Sergio González también acrecentaron la tónica de lo que quedaba: el uno decía aquello de «virgencita del Pilar que me quede como estoy» y lo del otro no era un arreón, sino un acoso y un anhelo de derribo. Pero el derribo lo percibió Arcediano Monescillo en la acción de Moyano con Verdasca, y la pena fue máxima, como se suele decir, y es que de nuevo Borja Iglesias amplió la ventaja desde los once metros, para incredulidad de un equipo que no se creía lo que le habían cobrado ni que pudiera perder así.
El entrenador tocó a rebato, se quedó con tres atrás, como si aquello fuera lo que fue, una final, y cerca estuvo de salirle bien. Después de varias ocasiones, ya en el tiempo añadido, Calero marcó de un testarazo que permitió soñar; los dos minutos complementarios que quedaban parecían suficientes. Y casi lo son. Toni Martínez tuvo una buena oportunidad que se marchó fuera y de nuevo Cristian Álvarez ejerció de salvador.
La derrota, seguramente inmerecida, no evita que el Real Valladolid sea sexto y dependa de sí mismo en la última jornada. El partido ante Osasuna será una finalísima de esa de transistores y redes sociales. Con el Sporting de Gijón y el Real Zaragoza matemáticamente en el play-off de ascenso a Primera, el Cádiz, los vallisoletanos y los pamploneses llegan igualados a 64 puntos. Y el cariz del choque entre estos dos será de finalísima, porque el que hace será equipo de promoción.