El gol encajado en la recta final ante el Nàstic y otro nada más empezar frente al Sporting dejan patente que el Real Valladolid no está para play-off

Ocho minutos, cuatrocientos ochenta segundos. Ni siquiera una décima parte de un partido. Un periodo de tiempo que puede ser un mundo o un suspiro. Para el Real Valladolid, un flashazo dividido en dos tiempos que bien puede dejarle fuera del play-off, y de hecho es justo lo que aparenta. Un gol en el 88 frente al Nàstic en Tarragona, otro contra el Sporting en Zorrilla apenas se había alzado el telón en el 3. Suficiente para dejar patente que la función se acaba para los blanquivioletas.
Lo más curioso de esta situación que ha sufrido el Pucela, con dos derrotas por medio de dos goles encajados, es que ha sido con mucha intrahistoria de por medio. Y sino que se lo digan a Luis César Sampedro. Una decisión tomada en los despachos, un despido fulgurante y un cambio de entrenador que, a ojos vista, no funciona para el conjunto vallisoletano. La temporada ya está prácticamente en la papelera y la tapa bajada, poco más hay que hablar.
Llama la atención cómo al final todo un año puede tirarse por el retrete, o a la mencionada papelera, en momentos tan concretos y puntuales con lo larga que puede hacerse la temporada. Caprichosa la Segunda División, tras el triunfo frente al Reus había una oportunidad única de colarse en la maldita promoción. Pero no. El Real Valladolid se ha convertido en un auténtico especialista en rechazar ocasiones de oro. Y así es imposible hacerse rico, claro.
No solo es cuestión de matemáticas, por otra parte. Habrá quien diga que los números están ahí, que restan veintiún puntos por jugarse y que si los blanquivioletas ganan dos partidos seguidos puede haber punch de nuevo. Pero no es esa la cuestión. La cuestión es que este año el Pucela ya se ha mostrado como un equipo débil, enclenque e incapaz, incluso irresponsable por no saber sacarse las castañas del fuego cuando puede. Con estas, una posible clasificación para play-off podría tildarse incluso de temeraria.
Regular local, mal visitante
Estos ocho minutos fatídicos no son la única mala noticia que tuvieron que sufrir los aficionados pucelanos este domingo. Y es que no hay muchas cosas de las que pueda presumir el equipo este año, pero sí puede decirse al menos que el Valladolid no acumula malos números cuando ejerce como local. En Zorrilla, después de hincar la rodilla frente al Sporting, la cosa queda con doce victorias, dos empates y cuatro derrotas en dieciocho partidos. No está mal.
De hecho, la pérdida de este domingo supuso ese cuarto tropiezo de la temporada ante el público blanquivioleta, algo que llevaba sin verse desde el 3 de diciembre cuando el Numancia escapó camino a Soria con los tres puntos en el zurrón gracias a un resultado de 2-3. El Pucela rompió una pequeña racha de ocho partidos sin perder de esta manera, algo anecdótico teniendo en cuenta las actuaciones fuera de casa.
Teniendo en cuenta que ahora mismo restan siete choques para finalizar la obra de teatro, o quizá la actuación de circo, y que cuatro de ellos son como foráneo las cosas no pintan demasiado bien. Ya no es solo por jugar como local o por hacerlo fuera, sino porque las sensaciones son difíciles de empeorar. Este olor nauseabundo tiene toda la pinta de ser el de otro año en Segunda.