Los veintidós goles de Adrián Herrera superan a otros artilleros de la categoría y suponen su mejor marca de los últimos años
El carácter de una persona se define por cómo actúa bajo presión o en situaciones donde normalmente la gente responde con nervios. El de Adrián Herrera, como ha vuelto a quedar demostrado este domingo, es humilde y aparentemente calmado, por lo menos fuera del terreno de juego. Intenso dentro de él, trabajador obstinado, pareció hacer caso omiso cuando, al saltar al campo para comenzar la segunda mitad del último partido contra el Colegios Diocesanos se comentaba detrás de él que en ese momento era pichichi.
Sergio Moreno, atacante del Rayo Vallecano, hizo soñar al conjunto de la franja con la consecución del título liguero cuando marcó dos goles que igualaban sus veintiuno momentáneos. Entonces el Atleti todavía no había empezado a encarrilarlo. El paso de los minutos trajo la noticia de los dos tantos colchoneros, si bien en un inicio se desconocía quién los había hecho. Giovanni y Salido tenían veinte, como ‘El Pistolero’ antes de arrancar la jornada. Y con esos veinte se quedaron los dos: Aitor y Joaquín fueron los goleadores del Atlético de Madrid y al final sí, el máximo goleador fue Adri, que minutos antes de saberlo bromeaba con un posible premio, aunque no parecía muy preocupado, como si no pasara nada si tuviera que compartirlo.
De hecho, después de batallar y batallar y batallar con los abulenses, e incluso tener un bonito pique deportivo con Iván Revuelta, central vallisoletano de los colegiales, lo primero que hizo fue consolar a sus rivales en un gesto de deportividad. Cuando se enteró que nadie había igualado sus veintidós tantos no enloqueció, simplemente sonrió, como si algo en sus adentros supiera que era lo que iba a pasar. Con la misma tranquilidad con la que antes enfiló al campo mientras otros hablaban. Aún le quedaba una vaselina preciosa con la que sentenciar.
Y eso que las veintidós muescas de su revólver son su mejor cifra como juvenil, justamente en su tercer año, con el que termina la etapa llamada a ser más formativa. Llegan, además, en un Grupo V de División de Honor al que Iván Lastras, entrenador rival, llamaba aún mascullando el descenso el más difícil de todos los de la categoría, en el que hay varias canteras más de clubes profesionales, sin ir más lejos, las tres que preceden al Real Valladolid en la tabla –por este orden–: Atlético de Madrid, Rayo Vallecano y Real Madrid.
Es difícil por los rivales; por los que defienden y por los que atacan. Sin embargo, él y Víctor Socorro se han convertido en los nuevos Bonnie and Clyde vestidos de blanco y violeta, toda vez que el canario ha sido el mejor secundario posible gracias a sus diecinueve goles y no pocas asistencias. Volviendo a Herrera y a sus datos, profirió catorce veces el grito sagrado de gol el año pasado en Liga Nacional y once en el primero como juvenil. Por lo tanto, explotó en el momento preciso y en el lugar indicado.
Como ocurre con varios de sus compañeros, que acaban también este periodo, no se sabe aún qué será de su futuro. Seguramente si les preguntan, a él y a otros tantos, seguramente dirán que si por ellos fueran seguirían de blanquivioletas, luciendo ese escudo al que han honrado con un cuarto puesto que ya no se recordaba en el club. Y seguramente varios se lo hayan ganado, aunque es sabido que no todos caben.
Sea como fuere, la temporada terminada quedará en sus retinas. En las de todos. En las de todos aquellos que han conformado una familia, que lo ha sido de verdad, que ha ido evolucionando como equipo hasta el último día. Por todo el buen ambiente y por la humildad, por la cuarta plaza y el pichichi: enhorabuena, Adrián; enhorabuena, chicos.