El Real Valladolid golea por cuatro a cero al Colegios Diocesanos en el último encuentro de la temporada y termina cuarto, el primero de ‘la otra liga’. Adrián Herrera, pichichi con veintidós goles
El Real Valladolid despidió este domingo la temporada en División de Honor con un buen sabor de boca, con una goleada sobre el Colegios Diocesanos que dio con los huesos de los abulenses en la Liga Nacional y permitió al Divi terminar en cuarta posición seis años después de la última ocasión.
La victoria llegó como ese goteo incesante pero lento que los chinos usaban como tortura: siempre con el dominio del balón mediante, encimando la puerta de los abulenses; pom, pom, pom, pom. Así, pase a pase, gota a gota, de forma paciente pero con ambición, los blanquivioletas poco a poco demostraron que, tal y como se preveía, no estaban por la labor de conceder el milagro a su rival.
La intensidad de los visitantes tuvo que centrarse en el esfuerzo defensivo, debido a que desde el comienzo los pupilos de Víctor Fernández impusieron su ley, igualándolos en ímpetu. Desde el inicio movieron el esférico de lado a lado, de atrás hacia adelante, aunque no siempre encontraron espacios para generar peligro claro. De este modo, en los primeros minutos Pablito y Víctor se dieron de bruces con dos defensores que cortaron abajo sendos disparos.
El vallisoletano Iván Revuelta lideró al fondo la zaga abulense, aunque no pudo evitar que en los últimos minutos Adrián Herrera hiciera el uno a cero. Si en otras ocasiones el Real Valladolid convirtió el derecho en su costado fuerte, esta vez fue el izquierdo, en el que apareció Pablito en innumerables ocasiones para asociarse con Nieto y Víctor. El mediapunta, que volvía tras un periodo de inactividad provocado por su estancia en el Promesas, disfrutó como en el patio del colegio y puso una asistencia maravillosa que aprovechó ‘El Pistolero’.
El ‘nueve’ abrió la lata mientras en la grada se hablaba de si sería pichichi o no. También abajo, en el césped, donde había dudas al descanso. Los dos goles de uno de sus rivales, Sergio Moreno, punta del Rayo Vallecano, hacían que entonces la pelea estuviera igualada. Con hambre, con la voracidad que le caracteriza, salió sereno pero dispuesto a llevarse la mención en solitario.
Él y Víctor fueron los mayores peligros del Divi en la segunda mitad, en la que, sin llegar a amenazar la portería de Javi, los burgaleses sí dieron un paso adelante. Si anteriormente apenas habían pasado de la línea del centro del campo, en alguna gapolada en vano buscaron dañar a los vallisoletanos, que estuvieron sólidos en defensa. En otra acción por la izquierda, Víctor acabó encontrándose con el palo, que le negó el premio del gol y de llegar a la veintena.
La tónica varió poco con el paso de los minutos y hasta el dos a cero: el balón era del Valladolid y los amarillos perseguían sombras y achicaban agua. No pudieron hacer lo propio cuando de una falta lateral terminó dándose un rechazo que envió a la red Óscar. Con el portero en el suelo y los abulenses protestando, Pablo Negro vio la tarjeta como clara imagen de la impotencia visitante. Por un lado, entendían que había habido falta de Adri en el primer remate. Por otro, el descenso era ya una realidad.
El segundo gol desmelenó a los blanquivioletas y fue un golpe en el hígado del Colegios Diocesanos, que se resintió. A partir de entonces bajó los brazos, cosa normal, pues le sobraban los minutos y el desasosiego, y el Real Valladolid, aunque respetó siempre, no se conformó. Solo dos minutos después a Adrián Herrera le llegó un balón a la espalda de la defensa que convirtió en una bonita vaselina y en el doblete que, a falta de confirmación, le daba el pichichi.
Rafa y Santi Franco imprimieron una marcha más en el tramo final, como revulsivos de calidad que acostumbran a ser. El extremo, que parece ir en moto, aceleró ya en el tiempo de descuento para marcar el cuarto y último, preludio, antes de nada, del consuelo a los rivales, que cayeron sobre el verde de Los Anexos tristes por el descenso, y después, de las típicas fotos de despedida y de la celebración de la cuarta plaza, posición que no se conseguía desde 2012.
Fue merecida, completamente, ante una temporada que fue de menos a más y que, como destacaban los propios integrantes del equipo, se terminó haciendo corta y se termina quizá en el momento en el que mejor se encuentran. Entre selfie, posado y confesiones como esa, llegó la confirmación: los veintidós goles de Adrián Herrera no han tenido parangón y son la guinda del dulce pastel, que lo es por dos razones: no todos los días uno termina como el primero de ‘la otra liga’ y consiguiendo ser el máximo goleador. Y este División de Honor consiguió ambas. Ahora viene el descanso. Luego, el futuro les espera.
Real Valladolid: Javi; Arnáiz, Óscar, Tena, Nieto; Orea, Raúl (Rafa, min. 60); Álvarez (Santi Franco, min. 73), Pablito (Jairo, min. 78), Víctor (David Sanz, min. 67); y Adrián Herrera.
Colegios Diocesanos: Alberto Garrosa; Jorge (Óscar, min. 80), Sáez, Iván Revuelta, Diego; Albín, Luis (Moreta, min. 80); Pérez, Pablo Negro, Dani (Guille, min. 57); y Adrián (Héctor, min. 73).
Goles: 1-0, min. 39: Adrián Herrera. 2-0, min. 73: Óscar. 3-0, min. 75: Adrián Herrera. 4-0, min. 92: Rafa.
Árbitro: Miguel Ángel Reinoso Mangas, asistido en las bandas por Alberto Martín Diéguez y Eduardo Gutiérrez Gil, del colegio vallisoletano. Amonestó al visitante Pablo Negro.
Incidencias: Trigésima y última jornada del Grupo V de la División de Honor, disputada en Los Anexos ante unos doscientos espectadores.
