La derrota frente al Nàstic en Tarragona evidencia que, probablemente, este año tampoco sea

Había ya marcado Álvaro Vázquez cuando empecé a escuchar algo extraño. Me encontraba clamando al Santísimo en el día de la Pascua rusa- que cuenta con una semana de retraso debido al desfase del calendario juliano- cuando una voz extraña comenzó a tronar en la habitación. Pensé en si no había jurado demasiado tras el gol del Nàstic, en que si el de arriba venía a rendir cuentas. Al fin y al cabo, ¿qué culpa tenía él de la lamentable actuación, una vez más, del Real Valladolid a domicilio?
Porque sí, el #Pucela volvió a no ganar fuera de casa y, para más inri, lo hizo cayendo derrotado en el minuto 88. Claro está, difícilmente puede hacer otra cosa si en los últimos seis partidos a domicilio solo ha marcado un tanto. Difícil ofrecer un criterio de juego mínimo con una pareja de mediocentros formada por Borja y Luismi en la que el segundo hace bueno al primero. Y todo lo que ustedes quieran, porque cabe todo. Incluso Mata, que pudo brindarnos un punto, y falló.
Cuando por fin reaccioné ante el sonido extraño, observé que este no procedía de mi ordenador ni de ningún dispositivo sobre el que yo tuviera control alguno. Y el sonido empezó a hablar, y hablaba ruso, y paré el oído en una especie de altavoz que nunca antes había sonado.
Algo pasaba: quizás había estallado la Tercera Guerra Mundial y nos estaban avisando de ello de una forma tan responsable y tranquilizadora como ver a Javi Moyano de central, circunstancia también hoy acaecida.
Yo ya pensaba en la muerte. En que ahora caía un misil y adiós todo. Como consecuencia de ello, también comencé a pensar en si la muerte es el final, o no, como cantan las saetas en Semana Santa. Mal momento -pensaba- ha elegido Álvaro Vázquez para meter el gol, que me he puesto a blasfemar justo cuando voy a tener que rendir cuentas ante el Altísimo. Verás tú. A ver cómo le explico quién es #eltíoBor, Luis César Sampedro o Antoñito. Verás cómo le explico que no creo en este equipo, pero que todos los domingos me pongo a verlos, incluso algo nervioso todavía. Porque claro, me dirá que él en Misa no me ve. Estaba acongojado.
Salí al pasillo de la residencia buscando alguna respuesta, alguna buena palabra que me explicara qué narices decía la voz esa en ruso. No había nadie, estarían todos agazapados en casa esperando la muerte. Qué casualidad, así también defiende el Real Valladolid las jugadas a balón parado: acogotados en el área chica esperando que el gol no se digne a aparecer. Volví a pensar en que la temporada es una auténtica vergüenza, en que si nunca damos un golpe sobre la mesa fuera de casa, en que somos más de Segunda División que el partido de los domingos por la mañana… ¡Todo esto a escasos instantes de morir atravesado por la metralla de un misil!
Al fin, todo resultó ser menos dramático. Que nada, que había saltado la alarma contra incendios sin mayor daño. Nada, nada, una tontería. Que ni la muerte es el final, ni es tiempo para ponerse a pensar en eso. Vamos, una falsa alarma. Como, otra vez, la temporada del Real Valladolid.