En solo un año el entrenador, con 75 puntos de 132 posibles, ha dado la vuelta al equipo de Vallecas pasando de la lucha por el descenso al ascenso directo

Y transcurrido el año, resucitó. No, no es que el Nuevo Testamento haya cambiado de versión de un día para otro, y menos teniendo en cuenta que hablamos de fútbol. En todo este entramado de muerte y regreso a la vida la referencia es para el próximo rival del Real Valladolid, el Rayo Vallecano, o más concretamente para su entrenador Míchel, quien hace tan solo unos días sopló la vela de su primer aniversario como técnico franjirrojo. Y el detalle está en que no lo hizo de cualquier manera.
Hay que remontarse hasta febrero del año pasado para conocer la verdadera realidad que se vivía por aquel entonces en Vallecas, una realidad dolorosa y de desesperación para un club que hace apenas ocho meses había caído de los cielos de Primera División al infierno de Segunda.
El mundo del balompié es caprichoso, impredecible, y con apenas veintiséis jornadas en la nueva aventura de la categoría de plata el Rayo estaba bastante más cerca de tocar fondo en Segunda B que de regresar a la élite.
Fue entonces cuando Miguel Ángel Sánchez Muñoz hizo buena aquella expresión tan manida del ‘suena Míchel’ para convertirse en el tercer entrenador del conjunto madrileño de la temporada después de los consecutivos fracasos de José Ramón Sandoval y un viejo conocido blanquivioleta como Rubén Baraja. Curiosamente solo unas jornadas antes, a finales de enero, el Real Valladolid había puesto su granito de arena para el cese del Pipo tras imponerse al Rayo en Zorrilla por 2-1 con remontada incluida. Con el desembarco de Míchel el 21 de febrero, a un solo punto del descenso, pintaban bastos para los franjirrojos.
De cero a héroe
Los primeros acontecimientos no ayudaron. El que fuera centrocampista del Rayo durante seis temporadas y hasta ese momento entrenador del Juvenil de División de Honor inició su andadura con un sándwich de derrota, empate y derrota, suficiente como para caer a la penúltima posición de la tabla. Las alarmas ya se habían encendido pese al esfuerzo y tesón de un técnico con nula experiencia en categorías profesionales.
Pero al final el trabajo tuvo sus frutos. Sin que nadie regalara nada, de ahí a final de temporada Míchel consiguió imprimir su carácter al equipo, darle esa garra necesaria para comenzar a ganar partidos y a escalar puestos en la clasificación. De hecho, después de los primeros tropiezos el Rayo tan solo perdería otros tres partidos de los trece restantes, con siete victorias y tres empates firmando finalmente la salvación de manera relativamente holgada con cinco puntos de margen.
Un auténtico mérito ya no solo por los números en sí, sino por haber conseguido levantar la moral de un vestuario y de una afición hundidas y que ya se veían con pie y medio en la categoría de bronce, con todo lo que ello hubiera supuesto. Por aquel entonces Míchel ya se había convertido en el ídolo vallecano, en el Zeus capaz de recuperar a su Rayo de una más que posible desaparición. Y lo mejor estaba por llegar.
Récordman
Con un mercado veraniego de por medio, mucha ilusión y la oportunidad de comenzar por fin desde cero, Míchel tenía un nuevo reto. Era el momento de demostrar su madera de entrenador, pese a su relativa juventud a sus 42 años, para hacer que el Rayo aspirase al ascenso en la temporada 2017/18. Incluso la posibilidad de play-off se veía con buenos ojos en Vallecas después de un año de dudas y sufrimiento.
El resto es bien sabido. Un segundo puesto en veintiocho jornadas con cincuenta puntos que da derecho de manera eventual al ascenso directo, aunque cogido con pinzas debido a los inmediatos perseguidores como son Granada y Cádiz. Pero no es solo cuestión de eso, de cifras. El entrenador ha conseguido en este periodo revertir una situación de hundimiento, de incertidumbre, en tan solo un año. Veinte victorias, quince empates, nueve derrotas sumando las dos mitades de temporada le contemplan, o lo que es lo mismo, 75 puntos de 132 posibles en 46 jornadas como técnico del equipo de su vida.
Y no ha resucitado la esperanza de cualquier manera, sino cumpliendo el difícil papel de un fútbol vistoso, alegre y ofensivo que esta temporada ya corona al equipo como el segundo más goleador de la categoría de plata, precisamente por detrás del propio Valladolid… con la evidente diferencia que contempla a ambas defensas.
En todo caso no es la única desemejanza entre uno y otro. Mientras que este domingo Luis César saltará al césped con su puesto de entrenador en el alambre, Míchel llegará a Zorrilla con la seguridad de que, pase lo que pase, ya ha conseguido convertir al Rayo en tormenta en apenas un año.