El Real Valladolid perece en el intento de conquistar Granada a pesar de una segunda mitad decente por mor de un regalo en la primera
Pues no, el Real Valladolid no conquistó Granada. Estuvo lejos de hacerlo, de hecho, ya que nunca fue netamente superior. Si acaso, en la segunda parte pudo firmar un entente en modo de empate, porque no claudicó, aunque pareció estar haciéndolo al término de la primera mitad, en la que fue pequeño, inferior. Al menos así se le vio.
No es que sorprendiera José Luis Oltra en exceso. Ni fútbol de posición, ni falso nueve, ni mediapunta hábil y estilista, ni ‘box to box’ que rompiera líneas… cierto que el conjunto nazarí formó con dos puntas, cuando suele hacerlo con uno, pero tampoco es que estuviera descubriendo la pólvora. La novedad, no obstante, no era rompedora, si acaso, era básica.
Pero con eso tan básico como plantar dos líneas de cuatro y amenazar la salida con los dos delanteros funcionó. Esa doble amenaza en el territorio en el que además de los centrales suele estar Borja bastó. No porque Luismi no estuviera bien, sino porque en general nadie lo estuvo en el primer tiempo.
Además, los continuos cambios de orientación surtían efecto porque el cierre de los espacios de antaño no ha terminado de ocultar otro debe: la basculación a veces excesiva de la zaga, acompañada de alguna desatención de los extremos, pocas, pero en un caso decisiva. Así, un centro mal defendido en bloque lo aprovechó Machís para, solo, en el segundo palo, marcar el uno a cero, a la postre definitivo.
Pudo no serlo porque a raíz del gol la balanza se desequilibró, el Real Valladolid se resquebrajó y el Granada rondó más las inmediaciones de Masip, quizá sin generar demasiadas ocasiones pero sí con cierta claridad. Fue superior sin hacer nada del otro mundo, y tampoco se desmelenó al oler la sangre. De haberlo hecho quién sabe qué habría sucedido, porque a los de Luis César no se les veía bien y ni se acercaron a Varas.
Esto cambió al inicio del segundo periodo, prometedor por parte de los blanquivioletas. Después de un pase atrás de Anuar –sustituto de Borja en el doble pivote– Óscar Plano pudo marcar. Tuvo luego otra, en un centro de Gianniotas, pero se no aprovechó ese arreón y los minutos se fueron consumiendo con la sensación de que sí pero no.
Quizá la más clara fue una de Mata, que despejó un zaguero ente una maraña de piernas. Sin embargo, también pudo llegar el segundo, tras un error grosero de Calero que arregló Moyano y desaprovechó un Salvador Agra que se durmió. Luis César, encomendado a Ontiveros, vio como el pequeño atacante andaluz enloquecía a la defensa granadina, pero sin concreción.
A los andaluces les honró no jugar con el reloj en lo que a pérdidas se refiere, aunque lo hicieron con interrupciones en el juego. Con el mismo patrón, con sus dos líneas, incrementada la más alejada con un futbolista más cuando se marchó Adrián Ramos, su culo se fue acercando cada vez más a Varas, pero resistieron.
Seguramente la sensación de dominio hizo que el Real Valladolid quizá mereciera empatar, aunque esta vez, de nuevo, no tocaba. Igual que no tocó en Pamplona o Tenerife, otros dos campos donde debía. El Granada lleva diez victorias en once partidos como local, pero para subir hay que ganar a los mejores y en cualquier lado. Y otra vez los blanquivioletas no compitieron como debían durante todo el tiempo que se debe. La conquista quedará para otra ocasión.