O cómo el Atlético Tordesillas conquistó la inexpugnable cancha de Unionistas

Cuando llegué a casa y me dispuse a cerrar los ojos, tenía la sensación de estar viviendo todavía los instantes finales del encuentro. Unas cuantas horas después, puedo asegurar que lo vivido Las Pistas del Estadio Helmántico el veintiuno de enero de 2018 no fue un sueño, pese a que algunos tuviéramos, lo que finalmente pasó, entre nuestros anhelos.
Así se lo hice saber al presidente del equipo rojiblanco unas horas antes, entre ruidos de motor y goma quemada, en Motauros. No dejé pasar la ocasión de recordarle lo grande que sería un triunfo de su equipo allí en Salamanca, donde nadie había triunfado aún.
Bien consciente era Óscar Serrano de la importancia del triunfo cuando en los últimos minutos del choque no pudo estarse quieto ni sereno. Supongo que por la importancia que tenía la gesta, de ser culminada finalmente, y no preocupado por las tres cenas que dijo la noche anterior que se pagaría si con ello el Torde ganaba a Unionistas.
No éramos muchos los venidos desde la Villa del Tratado a las doce de la mañana en Salamanca. Las horas de sueño acumuladas entre los que pudimos contar en directo la hazaña del Atlético Tordesillas no eran muchas más, por no decir que eran inexistentes. Ese ambiente alicaído que comporta el final de una larga noche de fiesta fue barrido por la majestuosa operación táctica que los futbolistas de Santi Sedano empezaron ejerciendo sobre el verde charro, con una presión alta perfectamente ejecutada.
Los cerca de veinticinco aficionados tordesillanos que estuvieron apoyando al equipo vivieron, quizás, el mejor partido de la historia de su club. No ya por el juego, que fue más que notable; ni por la valentía y garra que demostró el conjunto para doblegar al líder en su casa tras estar cerca de una hora con un hombre menos; sino, ya en otro plano, por hacer historia. Porque Unionistas, muy probablemente, en un futuro deberá devolver a Salamanca las grandes tardes de fútbol que perdió la ciudad con la desaparición de la Unión Deportiva, y cuando estas lleguen, siempre permanecerá el nombre del Atlético Tordesillas como el de aquel que fue el primero capaz de vencer en los dominios del equipo charro.
Analizada fríamente, la hazaña no pudo ser más épica. La expulsión de Cristian a la media hora de juego parecía estar escrita a propósito en el guion del partido para dotar a la victoria en este de unos tintes heroicos. Quizás, para quien no conozca la humilde idiosincrasia del Atlético Tordesillas, o no esté al tanto de la racha de Unionistas de 58 partidos consecutivos sin perder en casa que el Torde truncó, todo esto le parezca una exageración o algo sin mayor trascendencia.
Sin embargo, en el fin de semana en el que se ha anunciado el desembarco de varios jugadores saudíes en la liga española, la victoria del Atlético Tordesillas en Salamanca nos recuerda que el fútbol sigue vivo entre tanto ‘fútbol moderno’ de ese que tantos odios genera. Servidor y todos los que se hallaban en Las Pistas pudimos sentir qué es lo que ocurre cuando, sobre un terreno de juego, se hace historia. A escala real, en el grado en que una persona corriente puede presenciar historia, en el grado en que uno puede sentirse parte de la misma simplemente porque estuvo allí.