El Real Valladolid arrancó un punto de El Molinón tras comenzar por detrás en un partido que pudo tanto ganar como perder, con grandes actuaciones de Masip y Mariño

Así es el fútbol. Una frase tan tópica como real, que viene a simbolizar lo que puede traer este deporte, tanto bueno como malo, en cuestión de segundos. Durante una primera parte eres incapaz de materializar el buen juego en gol y apenas unos minutos después, tras el paso por vestuarios, terminas por rascar premio e incluso puedes llevarte los tres puntos. Solo así puede resumirse el choque del Real Valladolid en El Molinón, el cual terminó 1-1 tras comenzar perdiendo, para que los porteros, sobre todo Mariño, se lucieran para dejar la contienda en reparto de puntos.
Y en realidad el empate puede considerarse justo por lo visto sobre el campo. El Pucela sigue cometiendo los mismos pecados partido tras partido, pese a los intentos de Luis César por arreglar el desaguisado.
No importaron los cambios que introdujo el entrenador después de la debacle ante el Nástic. Borja por Anuar, Nacho por Ángel, Hervías por Óscar Plano, Deivid por Calero. Una vez más, el Valladolid volvió a hacer aguas en defensa.
La hecatombe se resume rápido. Apenas se habían sentado los espectadores rojiblancos en la grada cuando Scepovic, un jugador que llevaba cuatro partidos en la grada y daba el salto a la titularidad tras el perdón de Paco Herrera, remató con un cabezazo magistral un balón para hacer el 1-0 para el Sporting ante la pasividad de Deivid para impedirlo y la de Nacho para evitar el centro desde su banda. Apenas era el minuto 5, apenas era la primera ocasión. La pesadilla volvía a empezar.
Y es que este Real Valladolid tiene el síndrome de la manta que no abarca, su verdadero y auténtico problema esta temporada. La defensa cuenta con dos laterales demasiado ofensivos que suman y aportan al ataque pero que dejan desprotegida la guarida en el peor momento. Con dos centrocampistas que no cumplen la función de taponar el hueco cuando este se genera, las contras del rival se convierten en medio gol, sobre todo cuando llegan por cualquiera de las dos bandas. Cuando Luis César consiga solucionar este concepto, el camino a Primera se hará más corto.
Pero hasta entonces, los blanquivioletas siguen pasando un calvario semana tras semana. Las acometidas del conjunto rojiblanco se convirtieron en una constante, mientras la defensa del Pucela ya se había transformado en un flan. Poco a poco y con el paso de los minutos el guion comenzó a parecerse peligrosamente al del Nástic, con un Pucela que fue recuperándose y tomando posesión aunque sin generar verdadero peligro y oportunidades.
Y la cuestión es que este equipo no aburre. Al contrario. Genera, se le ven los mimbres, tiene garra. Pero sin auténtico punch, esto no funciona. De poco sirven los envites de Iban Salvador, de Toni o de Mata si la jugada no termina con disparo a puerta. El encuentro fue convirtiéndose con el paso de los minutos en un carrusel de idas y venidas para Valladolid y Sporting, de esos que tanto gustan a la grada y desesperan a entrenadores, aunque sin variación en el luminoso. La tenaza del 1-0 era demasiado peso para los visitantes, impotentes.
El paso por vestuarios sirvió como necesario refresco para un Pucela dispuesto a no marcharse de Gijón sin al menos un pequeño botín en forma de punto. La primera parte no había sido precisamente la mejor de toda la temporada, pero era suficiente para estar vivo y con posibilidades para la segunda. El ritmo, si bien se tornó bastante más descafeinado que en los primeros cuarenta y cinco minutos, mantenía viva la esperanza blanquivioleta.
Y como suele ocurrir en estos casos en los que el encuentro se encasquilla, tuvo que aparecer el balón parado. Y lo hizo hasta en tres ocasiones con diferentes resultados y contextos. Primero, Borja para empujar a bocajarro de cabeza un balón que salvó brillantemente Mariño. Ese potencial empate que se fue al limbo fue solo el comienzo del show, el preludio de la importancia de los porteros esta noche. Antes Masip había salvado un claro mano a mano ante Scepovic, dejando claro que con porteros, o más bien porterazos, no hay paraíso.
En el segundo intento el Valladolid por fin pinchó en carne. Un recién ingresado Óscar Plano la puso medida en un córner para que Luismi, con rabia, convirtiera su segundo gol de la temporada. Sin saber exactamente si era demasiado premio para el Pucela o mucho castigo para el Sporting,el partido subió de pulsaciones y se volvió loco. Simplemente, se abrieron las puertas del manicomio en cuestión de segundos. Y de ahí, una vez más, los que salieron reforzados fueron los metas.
Pim, pam. Otro paradón de Mariño a remate lejano de Míchel. ¿Que en el saque de esquina siguiente Borja insiste para buscar el gol? Pues otra intervención de libro del cancerbero. Masip tampoco se quedó atrás para empequeñecer a Michael Santos y a Scepovic. Sin duda, era la noche de los que estaban bajo palos y en estas circunstancias la cosa solo podía terminar en empate.
Así el Pucela prolongó hasta cinco los partidos que lleva sin puntuar de tres y, ciertamente, continúa generando dudas en cuanto al sistema de Luis César y sus posibilidades de terminar alcanzando el ascenso directo. El camino es largo y todavía queda mucho recorrido, pero sin la tecla adecuada es imposible encontrar resultados. El Oviedo ya espera en el horizonte.