El Celta B da carpetazo al Real Valladolid Promesas en cuarenta minutos y desnuda, también él, las vergüenzas del filial

El Real Valladolid Promesas – Real Club Celta B es un partido que los asiduos a la grada de Los Anexos ya habían visto. En vistas del desastre que es el Promesas en este arranque de la temporada quedaba solo enmendarse a una mejora que debía pasar antes de nada por lo emotivo. Aún a medio hacer, como se vio también contra el Coruxo, había que apelar a las ganas. Pero ni eso.
Si el nivel del filial vallisoletano era esperable, el del vigués también. O por lo menos su apuesta; no cabía aguardar otra distinta: Rubén Albés es así. Uno podría pasar a desgranar todas las bondades esgrimidas por su equipo en el primer periodo, pero todas se resumen en que, con matices –uno de ellos Drazic– fue como ver al Promesas del año pasado (tal es así que la mano que mece la cuna es la misma, la de Rai, vestido esta vez con otros colores).
Sucede que enfrente estaba la versión beta de un conjunto muy distinto y que, por mucho que uno quiera valorar bien los nuevos mimbres, parece mucho peor, varios internacionales incluidos.
Un conjunto que de hecho no es tal, incapaz todavía, pese al afán de ser algo más intuitivo, menos de autor. Y como aún está en fase de pruebas, hay comportamientos que no sabe leer, por mucho Rubén Albés que esté enfrente (o justo porque estaba él: no hubo nada inesperado o sorprendente en exceso, tampoco con respecto a lo propuesto en las primeras jornadas del Celta B).
Así, aunque era sabido a lo que los vigueses iban a jugar, los tres hombres interiores, Carrascal, Javi Pérez y Marí, no leyeron bien los movimientos de atracción o de distracción del rival y este, tras unos minutos de impás, dominó cómodo, encontrando líneas de pase en posiciones intermedias y generando ventajas tanto por dentro como por fuera, también, porque el peor de los presagios se cumplió: los centrales tampoco sabía qué hacer. Aunque el desastre se achaca a que el primer gol lo condicionó todo. Como si el fútbol no se basara en eso. Como si el cero a uno no viniera de una cadena de imprecisiones que, todo hay que decirlo, Drazic culminó con una mágica definición al palo contrario por encima de Tanis.
El tanto hizo daño, porque de eso se trata; por eso existen. Si antes hubo algún género de duda, en adelante todo fue placidez para el Celta B. Fueron veinte minutos, pero veinte minutos en los que dio la sensación de que la goleada podía ser escandalosa, ya que apenas cuatro después Juan hizo el cero a dos en otro balón marca de la casa y antes del descanso, Agus marcó el tercero al beneficiarse de un error grave de Carrascal, perdido entre ‘apariciones’ antes y entre el desconcierto después del entretiempo.
Todo aquello que podía ser pesadilla estaba ocurriendo y ni los dos cambios introducidos por Salvachúa arreglaron el desaguisado. Y como el filial vigués bajó el pistón, dio tiempo a que en la grada hubiera un suspiro, el típico que uno suelta cuando ve feliz al ex o la ex. Quedarse a ver el segundo periodo –hubo quien se marchó, como alguno de los componentes del primer equipo– fue como mantenerse impávido en el bar en el que tu expareja está feliz y sonriente… con otra persona, una a la que, quizá, no viste en primer término. Fue como escuchar ‘Recuerdo’, de Ismael Serrano; más o menos como verse reflejado en su letra. Esperanza al principio, sonrisa melancólica hasta comprobar que no, que no es él, o sí pero no, ya, nuestro.
El consuelo que queda, si es que lo hay, es que antes de rendirnos fuimos eternos, que diría el cantautor madrileño. Aunque, para qué negarlo, es difícil hallar el sosiego entre el desastre, como si en ese bar, acaso metafórico, estuvieras bebiendo solo. «Supéralo», dicta la conciencia. «Ya» es la primera respuesta. «Como si fuera fácil», visto lo visto, lo que uno piensa cuando ve no ya que el Real Valladolid B solo lleva un punto de quince, sino que además no tiene visos de echar a andar en el corto plazo. O desde luego no los mostró en esos segundos 45 minutos regalados al flagelo o a la autocompasión. Porque aunque el Promesas tuvo algo más el balón fue un mero artificio: no hubo lugar a la reacción.
Real Valladolid Promesas: Tanis; Raúl Navarro, Velásquez (Cobo, min. 46), Porto, Corral; Carrascal, Marí (Dani Vega, min. 46), Mayoral (Miguel, min. 67), Javi Pérez, Samanes; y Luis Suárez.
Real Club Celta B: Sotres, Kevin, Alende (Juan Ros, min. 67), Costa, Pampín, Rai, Solís; Juan Hernández, Drazic (Aarón, min. 73), Agus (Dennis, min. 79); y Víctor Pastrana.
Goles: 0-1, min. 25: Drazic. 0-2, min. 29: Juan Hernández. 0-3, min. 39: Agus.
Árbitro: García Gómez (C.T. Extremeño), auxiliado en las bandas por Sánchez Fernández y Miranda Bolaños. Amonestó a los locales Velásquez, Porto Javi Pérez y Samanes, y al visitante Juan Hernández.
Categoría: Quinta jornada del Grupo I de la Segunda División B.