Un buen Real Valladolid cedió el Trofeo de su ciudad en los penaltis ante el Paços de Ferreira, con 0-0 en el marcador y un Iban Salvador que falló la pena definitiva
Querido Real Valladolid:

Sí, ya sé que era un partido amistoso. También que un encuentro de estas características, un miércoles tan tonto como lluvioso por la tarde noche, no parecía tener mucho sentido una vez comenzada la Liga. Pero esto no se hace. Traer a algo más de 3.200 personas a pasar frío a la grada de Zorrilla en agosto, que ya clama al cielo, para no verte levantar la Copa de tu propia ciudad, simplemente no es de recibo. Y no, no vale la excusa de que llegaras a los penaltis tras un llano y triste 0-0 ante el Paços de Ferreira y que fuera Iban Salvador quien fallara el quinto y definitivo, el que más duele.
Y mira que no fue porque la cosa empezara mal. Es evidente que Luis César Sampedro se dejó llevar un poco por las circunstancias, quizá igual que algún jugador durante el partido, y decidió dar esos minutos de los que no están gozando todos sus soldados.
El ‘Teniente de Arosa’ lo dibujó bien claro, aunque con gaseosa. Sully en el centro de la zaga acompañado de Kiko Olivas, con Anuar y Sergio Marcos por delante escoltando a Toni, Míchel en la mediapunta y Óscar Plano. Y arriba, Asier Villalibre para pelearse con lo que le echarán.
Desde luego no puedes quejarte de que no tuvieras madera arriba. De hecho, los cuatro puntas de lanza se convirtieron en un auténtico dolor de cabeza para un equipo portugués plano, sin ideas, que vino a darse un paseo por Valladolid. Carrera de Toni por un lado, bien combinado con Moyano, recorte de Plano por el otro, y Míchel buscando de manera constante la espalda a bases de buenos pases filtrados.
Y sin duda pudieron verse buenos detalles sobre el césped de Zorrilla. Aquellos llamados los menos habituales, pese a que apenas se llevan disputadas dos jornadas, decidieron que era el ahora o nunca, que tenían que sacar los dientes para ganarse el beneplácito de Luis César. Entre las ganas y el empuje local, el Paços terminó por volverse cada vez más pequeñito, en manos de un Pucela mandón y seguro de sí mismo. Muy fluido.
Pero el gol se te resistía. Ni Óscar Plano, que seguro hará levantarse en muchas ocasiones de sus asientos a los aficionados esta temporada, ni un voluntarioso Villalibre tuvieron su día de cara a la portería. El primero, un remate lateral a la red y un zurriagazo que dejó temblando la cruceta de la puerta, el segundo un mano a mano que también besó el lado la portería por un lado. Lo único bueno de esto, ante tu falta de acierto, fue ver una primera mitad exquisita en el apartado ofensivo entrando por las dos bandas.
Ahí fue cuando decidiste mutar de piel, un cambio de apariencia para ver si así sacabas alguna sonrisa más a todos esos fieles que habían decidido no fallarte bajo la lluvia. La simple permuta de Míchel por Mayoral en la mediapunta era insuficiente, con lo que optaste por volver al plan inicial de esos jugadores que sí están más tiempo en el césped que en el banquillo. Pero, ay amigo, ni siquiera el cambio múltiple –de hasta nueve jugadores de golpe– sirvió para dar un verdadero paso al frente.
Eres especialista en que los planes te salgan mal, y aunque en este caso no hubiera demasiado en juego tocaba un nuevo episodio. El Paços, envalentonado por el visible bajón de arrojo de su rival, decidió estirar líneas y hacer que Becerra tuviera justificación para ganarse el sueldo. En el país de los ciegos el tuerto es el rey, pero aquí no había ojo que viera portería. Ni en un lado ni en otro.
Llegó entonces tu turno de penaltis. Primero Hervías, luego Mata. Pistas de quién tomará los galones a la hora de golpear desde los once metros cuando la cosa se ponga seria. Ambos consiguieron batir a Defendi, igual que Luismi y Nacho. 5-4 en el marcador, con el equipo portugués con un 100% de acierto… e Iban Salvador la manda al larguero. Si es que a fin de cuentas, siempre serás Valladolid.
Ah, por cierto. Quizá este escrito pueda valer a modo de carta de Reyes Magos, querido Pucela, porque todo indica que necesitas desenvolver un regalo del que salga un buen ‘9’ antes de que cierre el mercado, sí o sí.