El atacante de Talavera de la Reina pone rumbo a Barcelona para comenzar a escribir una vida que merezca un libro

Escribir sobre Jose casi siempre ha sido un auténtico reencuentro con una alegría jovial innata, pero, a la vez, sepultada. Era algo similar a: «Por fin, ahí está, un chaval que triunfa». A partir de ahora deberemos disfrutar de cada muro que vaya derribando de otra forma, no tan cercana, porque Jose ya no está.
El delantero, como ya se sabía, aunque ha terminado de confirmarse este lunes se marcha al FC Barcelona. Sí, al segundo equipo, de igual categoría que el nuestro, pero sin dejar de partir rumbo a la entidad azulgrana, la que aún conserva esa mastodóntica percepción desde fuera de verdadero campo de oportunidades futbolísticas, de santuario del balompié y del buen trato… todavía.
Una de las veces en que pude escribir de José Manuel Arnáiz con libertad y pluma al aire, que en esta casa son mayoría, recordaba una de las canciones de un grupo gallego -saben que aquí nos gusta lo de aquella parte de la nación- llamado Eladio y los Seres Queridos. Traía a colación un par de canciones de su repertorio que, rápidamente, al confirmarse el traspaso de Jose, me han venido como truenos a la mente. Cómo olvidarlas, cómo olvidarle.
El hecho es que, escuchándolas, pues yo tiendo a disfrutar de los momentos -sean del cáriz que sean- con música de fondo, la melodía parsimoniosa del grupo me ha llevado hasta una de sus canciones predilectas, ‘Viviendo con Miedo’. Y así, uno no puede pasar por alto estas palabras que se encuentra, ya sea por el tema de Jose o por vaya usted a saber qué demonios en el fuero interno de uno mismo:
«Viviendo con miedo se quiere a las máquinas,
se reza a los santos o a las matemáticas,
se entierran los sueños
se pasan las páginas».
En un contexto como este, es difícil no seguir interpretando el resto de la canción como una bella metáfora de lo que es la marcha de talaverano:
«Los muertos de miedo
se quedan en casa
y dejan afuera
las voces, las caras».
Si alguien me preguntara cuál es el principal atributo de Jose dentro del campo, no comenzaría con una retahíla de descripciones técnicas o tácticas, sino que, y a riesgo de no decir nada, contaría: la valentía. Porque sí, es valiente sin el balón, pero más aún con él, cuando a la plebe se le arrugan las piernas. Es valiente en los metros finales, esos que hoy le reportan el tren de su vida.
Jose no piensa en enterrar los sueños ni en pasar las páginas. Esa valentía le lleva a emprender el camino del libro, el de coleccionar tantos éxitos envueltos en largos períodos de sufrimientos que, finalmente, hagan que tenga algo que contar tras todo ello. La medianía no es un lugar para los valientes.
La propia existencia es un trayecto con diversas paradas. No siempre uno debe continuar, pero sí debe estar dispuesto a pinzar el primer billete que le lleve a proseguir, que no es otra cosa que perseguir un sueño. Quizás sea Jose no solo ejemplo de canterano que triunfó en el primer equipo, quizás desde su tierna inocencia sea también ejemplo de mirar siempre hacia adelante y hacia arriba, de no perder la cara nunca, de alimentar tus propios sueños.
Decía yo hace unos meses que «Sientiéndolo mucho, se ve y no se toca. Miss Europa», y me equivocaba a sabiendas de que lo hacía. Sin embargo, un tiempo después, y tras decir adiós, diré:
«Te van a sacar hasta la última gota. Nos va a dar igual, si cuando desfilas parece que flotas».