Un Real Valladolid con serias dificultades para desenvolverse cerca del área rival claudica ante dos golazos y ante sí mismo

No habían empezado tan mal. De hecho, el planteamiento de los blanquivioletas estaba transcurriendo relativamente bien frente al Reus: salir con intención de dominar la pelota, instalando un bloque alto tras pérdida e intensidad en la presión.
Esos tres rasgos parecían estar construyendo a un Real Valladolid que buscaba, al menos, sumar a domicilio. A aquellos se unía, en los primeros compases, la gran altura de los laterales Moyano y, sobre todo, Balbi, lo que reforzaba la posibilidad de imponer una ventaja numérica en campo rival.
El Reus, sin pelota, se parapetaba incluso con cinco futbolistas en la última línea defensiva. Al recuperar el balón, activaba la transición defensa-ataque para que corrieran sus mediapuntas: Carbià,Vítor y Haro, acompañados del ‘9’, Máyor.
En la primera ocasión seria del conjunto catalán, concluida en falta, Vítor anotó un bello gol de falta que los azuzó. Tanto que, dos minutos después, Benito transformó un espectacular disparo desde fuera del área para tirar todos los guiones preestablecidos.
Sin ser menor al rival, incluso al contrario, el Valladolid se había encontrado con un desafío del que no guardaba buenos recuerdos: encajar más de un gol en la primera media hora y verse obligado a remontar. Es decir, remontada como término casi desconocido para los pucelanos.
Ante el nuevo contexto de presión, al Pucela le sobraron nervios y le faltó claridad para encontrar las oportunidades de gol antes del descanso. Al menos, a pesar de tener que toparse con un Reus cada vez más hinchado y confiado, insistió en elevar la presión para dificultar la salida con balón del rival. No le sirvió nada más que para encontrarse con un disparo de Espinoza antes del asueto.
El segundo tiempo partía con un escenario en el que la reacción rápida era obligatoria. Espinoza tuvo en el 46’ en sus botas una opción muy clara para meter de nuevo en el partido a los pucelanos. Una ocasión que antecedió a otra de Míchel y a una fase de juego dominada casi enteramente por los castellanos.
Con todo, y aunque el Valladolid estaba mostrando buenas sensaciones en acto definitivo, una falta de Jordán, que terminó en amarilla, obligó al técnico a sustituirle por Álex López. Tras este cambio ‘hombre por hombre’, implementó otro con la misma naturaleza: Drazic por Espinoza.
La entrada del balcánico hizo permutar de banda a José, quien empezó a desenvolverse por la derecha. Las nuevas caras no cambiaron en exceso la imagen de un Pucela que quería, pero no encontraba: que se acercaba y tenía el control del espacio y de la pelota; incapaz de surtir con éxito el último pase o lanzar un centro de verdadero peligro.
En cambio, cuando se encaminaba el último tercio de la segunda mitad, el Reus se reactivó y fue aplacando la iniciativa del Real Valladolid. La aplacó hasta el punto de que, en el tramo en el que los blanquivioletas deberían morir con lo puesto, se rindieron antes de tiempo.
Y se fiaron a la suerte y a que el Levante no caiga ante el Huesca para, ganando al Cádiz, acceder a la promoción. Y a comenzar otra historia.