El Real Valladolid se asienta en el play-off tras superar en juego y en goles a un Getafe que salió a por un punto y no se llevó ninguno
El aficionado al fútbol ya conoce a estas alturas de la película que jugar bien no garantiza siempre un buen resultado. No en todos los casos gana el que mejor toca la pelota, por mucho que algunos entrenadores lo suscriban. Claro que eso no quita que ser mejor que el rival no te garantice los tres puntos.
El Real Valladolid fue mejor y además ganó. Nadie, ni siquiera el más forofo que tras el empate sobre la bocina del Mirandés ya murmuraba «otro año más aquí», puede decir que su equipo fue menos que el Getafe.
Porque el partido constituyó una historia con un claro guion. Con un equipo desempeñaba el papel de bueno y otro que actuaba como ‘el malo’. El que cae bien y el que no. Y el Real Valladolid ejerció de forma superlativa el papel del simpático, con el buen fútbol, la actitud que imprimían sus jugadores, favorecido por un Getafe rácano, con poca pelota y con menos juego.
Pero vayamos por partes. Y empecemos por un principio dominado por los locales. Parecía que toda la campaña del #YoCreo durante la semana había surtido efecto, porque los blanquivioletas salieron a morder, metiendo atrás al Getafe, que lo único que hacía era dejar pasar el tiempo, y si era con el balón detenido, mejor.
Cada vez que se detenía el juego se perdía un minuto. Algo que después se volvería en contra de los azulones, pero que desquició al Pucela hasta el gol. Porque eso también es fútbol. Cualquiera puede decir que el Getafe «no jugó a nada», pero la experiencia te da puntos y, por qué no, ascensos.
Y en ese ritmo cochinero de los madrileños llegaban las ocasiones del Real Valladolid. Una de ellas dentro, pero que el árbitro –bien– anuló. Un remate de cabeza fabuloso de Raúl de Tomás tras un saque de falta. También la tuvo Espinoza, pero el marcador no se movió hasta el descanso, para alegría de un Getafe que había venido al Zorrilla a buscar un punto.
Aunque al inicio del segundo acto pareció por momentos que ese empate les parecía corto, y empezó a reaccionar. Y Molina tuvo en su pie derecho el premio a ese buen tramo, pero se marchó al fuera en un mano a mano con Becerra. Los pucelanos sabían que si se relajaban el Getafe lo iba a aprovechar con cualquier llegada.
Y de eso se percataron los jugadores del Real Valladolid, más en concreto dos, que tiraron del equipo hasta cuando las piernas no les iban a más. El primero, De Tomás. Otra actuación estelar. No marcó, pero calmó al equipo. Controló balones, encaró y volvió loco a los centrales del Getafe, que arrastran bastantes años de experiencia ya.
Y el otro, Leão, incombustible. Puede que pase desapercibido, pero ahí estaba. En el medio del campo, dirigiendo, cortando balones en el minuto ochenta y ocho que bien podrían haber supuesto el empate. El Leão que necesita el equipo, y aterrizó en el mejor momento posible.
El gol de Álex Pérez
hizo aparecer al Getafe
Aunque hablando de momentos, obviamente el mejor del partido fue el gol –este válido– de Álex Pérez. También tras un saque de falta, pero esta vez después de que Guaita –desafortunado todo el partido– rechazara el balón colgado. Lo más difícil ya estaba hecho, se pensaba.
Pero no hay final tranquilo en Zorrilla, y esa historia también nos la sabemos de memoria. El Getafe echó el resto –que tras el partido que había hecho no era difícil– y embotelló a los de Herrera, que volvieron a mostrar su inocencia en los minutos finales.
Si durante el Mallorca sufrieron, y ante el Mirandés naufragaron, el final del Getafe se presentaba agónico. Y más cuando cada llegada azulona acababa o bien con falta al borde del área o con tres o cuatro rebotes que, esta vez sí, la defensa despejó.
Hasta que en el minuto 89 Fuster silenció el Zorrilla con un remate de cabeza, solo, en el primer palo, que se fue al limbo, y con él la última esperanza de que los marileños sacaran algo que en ningún momento habían merecido
Como diría aquel, si se cree y se trabaja, se puede, y el Real Valladolid trabajó para la victoria, eso es incontestable y no genera duda de que cree en sus posibilidades para el play-off que ya ocupa por segunda semana consecutiva. En la realidad no siempre los cuentos terminan bien, en este caso tuvo un final feliz. Pero este es tan solo el primero de los ejemplares de una trilogía que aún desconocemos si es de drama o de fantasía.