El Real Valladolid dilapida una victoria casi segura fruto de su temblor de piernas y de una nefasta lectura del segundo tiempo

El Real Valladolid completó una de las segundas peores mitades de la temporada, con superioridad numérica pero inferioridad emocional, y desperdició una renta de dos goles: rechazando la posibilidad, al final, de sumar tres victorias seguidas.
Herrera volvió a situar el mismo once que tan buena dinámica ha conseguido, con De Tomás, José y Espinoza acompañados en el medio por Leão, Jordán y Míchel. Una agrupación de futbolistas que han abrazado un modelo mucho más vertical, abierto, práctico y sencillo de desentrañar, aparcando, de manera definitiva, el tan complejo 4-4-2 en rombo.
No fue suficiente tomar la ola ganadora que se había generado en las últimas jornadas. No fue, tampoco, el desborde de José en la banda izquierda, con gol incluido tras un centro desde la derecha de Espinoza. Ni el penalti a Raúl de Tomás, que produjo la expulsión del meta Roberto.
En el segundo periodo, un penalti cometido por Igor sobre Guarrotxena en el 55’ hizo tambalear las piernas de los blanquivioletas y atorar las mentes.
El Real Valladolid penetró en una fase emocional que trasciende el análisis táctico. Competir contra un equipo en inferioridad numérica no era suficiente porque había irrumpido un enemigo mucho más peligroso: su propia debilidad.
La tensión se había diluido; la calma posicional, desaparecido. El bloque castellano encontraba dificultades para encontrar las bandas, situación que se agravó con una batería de lesionados que los mermó: primero Espinoza, después un recién ingresado Mata.
Pesaba más el sentir cerca la victoria que el propio arrojo del Mirandés, que, con uno menos, estaba sabiendo explotar la crisis pucelana. Tampoco ayudaba la cantidad de cambios posicionales que Herrera se había obligado a hacer: Álex López de enganche, Villar y José de delanteros abiertos, Míchel acompañando en franja ancha al doble pivote…
Y, para más inri, por cada contragolpe errado (gozó de numerosas ocasiones muy claras en los últimos 15’ para sentenciar el choque, pero Villar estuvo muy desacertado), la sensación de que la tormenta podía descargar sobre ellos en cualquier momento era inminente.
Al final, como si la historia se hubiera producido de tanto pensarla, llegó el gol del empate en propia puerta. En el 95’. Para sentenciar, una vez que se liberaron los fantasmas que caminaban por el pensamiento de los jugadores blanquivioletas, que no están hechos para ganar.
A pesar de entrar en zona de promoción de ascenso, un terreno sólo apto para ganadores.