El Real Valladolid se impone al RCD Mallorca por dos goles a uno y ya mira con decisión a los puestos de play-off
Quién lo iba a decir; el Real Valladolid ya está metido de lleno en la pelea por promocionar a Primera. Después de su triunfo por dos goles a uno sobre el RCD Mallorca le habrán entrado sudores fríos a sus rivales, que habrán visto en el conjunto de Sergi Barjuán a la niña aquella rubia de la película que anuncia que «¡ya están aquí…!».
El acercamiento ha sido tan insospechado que ha parecido lo del film: un ‘poltergeist’. Y sin embargo es real, más incluso que en aquellos tiempos en los que estaba ocupando una de las seis primeras plazas. Por primera vez en la temporada, aun sin enamorar –porque no lo hacen–, los blanquivioletas dan sensación de empaque, de equipo, de querer y poder.
Bien es verdad que enfrente estaba en esta ocasión un enemigo endeble y que, aunque necesitado, demostró más bien poco. No menos que el penalti ayudó a que los bermellones se disolvieran. Hasta entonces, sin hacer grandes cosas, tuvieron alma. Luego vagaron como una en pena hasta el punto de poder irse al descanso con una desventaja considerablemente mayor.
No es que el Pucela jugara demasiado (nada) bonito. Si acaso lo hizo bien y se mostró como lo que tiene que ser uno a estas alturas: serio. Con esa seriedad, e incluso sin dominar el centro del campo, guiado por Raúl de Tomás, pudo marcar tres o cuatro tantos durante el primer periodo. Él mismo sufrió la pena máxima que convertiría en el uno a cero. Pero es que también él tuvo un balón al palo al poco de que se iniciara el encuentro.
Lo mejor que pudieron hacer los de Paco Herrera fue ser verticales y encomendarse al ’47’, ya que los centrocampistas no estuvieron bien por lo menos hasta el gol. Leão estuvo impreciso y Míchel demasiado alejado del campo de acción que su entrenador le tenía reservado. Otra vez, tuvo que ser Jordán quien liderase esta parcela, creciendo con la ventaja en el marcador.
¿Y el Mallorca qué? Y el Mallorca nada. Buenas intenciones al inicio de cada mitad y nada más. Pese a estas, apenas amenazó la portería de Becerra con un disparo de Angeliño antes del descanso, despiste final al margen. Necesitado, recibió el uno a cero como quien recibe una fatal noticia (lo era) y se vio obligado a llevar la iniciativa después del descanso.
El Real Valladolid no se impacientó y supo cerrar filas para no pasar apuros. Después de todo, ha abrazado definitivamente su versión más práctica y se encuentra cómodo corriendo al contragolpe. De esta forma, en una acción de ese tipo, José perdonó la vida a los mallorquinistas tras marcharse de dos y disparar muy desviado, como ya le había pasado en la primera parte.
Sergi tiró de Óscar Díaz y este tiró fuera una falta en una posición franca. Y Álex López, que entró a continuación de él como respuesta a su entrada, ya en el tercio final del segundo periodo, vio la carrera de José por la derecha. Galopó ‘El Niño’ nuevamente percutiendo próximo a la cal y no dudó en centrar allí donde quisieran aparecer sus compañeros. Lo hizo Mata en el segundo palo e, inteligente, se la dio a Raúl de Tomás para que remachase y pusiera lo que parecía la sentencia a un plácido partido.
Pero aún dio tiempo a una caraja, que propició el tanto de Lekic. Se sabían ganadores los vallisoletanos allá por el minuto 88, se descuidaron en defensa y su desatención permitió al Mallorca soñar con el milagro. Acto seguido los mismos despistados dijeron «quieto parao» y no se jugó más, en parte también gracias a que López Amaya no parecía estar por la labor de que se le complicara la cosa añadiendo más de tres minutos, como debía.
Ven ahora los rivales al Real Valladolid con la desconfianza del ciclista que sabe que un día su enemigo cedió en la montaña, y sin embargo, no recibió la puntilla, y con el temor de que el golpe de pedal adquirido en las últimas cuatro jornadas le sirva para meterse entre los seis primeros, algo que ya está en disposición de hacer.
La afición, mientras tanto, lo ve como el creyente que ve a su deidad, extrañado pero creyendo en su presencia. Después de todo, lo siente y si lo quiere, y si lo ve es por algo. Porque sí, porque ya están aquí. Mirando con decisión a los puestos de promoción.