El encuentro entre el Real Valladolid Promesas y la Cultural y Deportiva Leonesa dejó varios detalles, pero sobre todo sirvió para poner el broche como local a una temporada magnífica del filial

Foto: Rosa M. Martín
Allá por el año 2000 sacaba La Oreja de Van Gogh un disco llamado ‘El viaje de Copperpot’, en el que se encontraba una canción titulada ‘Tantas cosas que contarte’, y en esta ocasión me viene al pelo, que diría aquel, para trasladar ‘El Detalle’ de Segunda a Segunda B.
La gente que sigue de manera habitual al Real Valladolid Promesas arrancaba este domingo con la sensación de día raro, de día grande, de día de emociones fuertes. No amigos, no había ningún objetivo en juego, más que el de poner el broche de oro a un señor temporadón del equipo dirigido por Rubén Albés. Pero al fin y al cabo, un día grande puede abarcar tantas cosas…
Empezando por Deve. Por quién si no. Y no voy a decir que empiezo por él porque por alguien hay que empezar. Empiezo por él porque en este partido era el jugador más importante.
Tras doce años vistiendo la elástica blanquivioleta, se despidió en el mejor escenario posible –si bien es cierto que hablando de decir adiós ningún lugar es bueno– y ante una afición que respondió a la llamada. Jodido fútbol; tan bonito como duro.
Debería ser ilegal tener que colgar las botas con veintiún años por una lesión. Y mientras el José Zorrilla, digno testigo del emotivo pasillo que recibió el vallisoletano, tras el que recogió el cariño de su afición ante la atenta mirada de su familia, incondicionales de principio a fin, junto con su camiseta del Real Valladolid, porque sí, siempre será ‘Deve 2’.
Arrancó el partido en una mañana presidida por un sol de justicia que distó mucho de la vivida el domingo anterior, y mientras se batía una lucha Rubén vs Rubén en los banquillos, se vivía otra parecida en la grada, donde los locales se vieron superados en número pero no en educación. Porque no, amigos, nunca por estos lares nunca entenderemos lo de hacer kilómetros para insultar al rival. Pero al final, en una mañana de rivalidades, algo tuvieron en común ambas aficiones.
Por un lado, Toni. Precisamente fue el murciano uno de los primeros en abrazar a Deve tras el homenaje, pero esta vez como rival. Otro momento duro para los corazones pucelanos. Y me van a permitir, pero es que sigue siendo el mismo jugón… pero mejorado. Marcó, cumpliendo una vez más la ley de los ex, y lejos de regodearse en ello, se acordó de los amigos. Porque nunca hay que olvidarse de ellos. Más especialmente de Anuar, su incomparable compañero de fatigas, que recibió un gesto de cariño por parte del murciano antes de reanudar el envite.
Y Rubén de la Barrera, adrede o sin querer, nos hizo un regalo. A Toni, y a una afición del Real Valladolid que le guarda mucho cariño y que, gracias a su sustitución, pudo ‘despedirse’ del extremo como no pudo hacerlo en pretemporada, con una ovación que ojalá, se repita en un futuro, pero vestido de nuevo de blanquivioleta.
Y por último, y no por ser menos importantes, cabe centrarse en el Real Valladolid Promesas 2016/17. Que sí, estuvo bien acompañado por la afición. Que vale, que Santi Samanes se despidió con una roja directa –acción por la que se disculpó, gesto que le honra–. Que bueno, que sí, que nos anularon un gol que debería haber subido al marcador, o que fuimos perjudicados en una jugada que debería haber sido bote neutral en lugar de córner. Que sí, que cerramos la temporada en casa –¡en el José Zorrilla!— con derrota. Y qué.
Lanzo un reto: que levante la mano aquel aficionado que no ha disfrutado mucho esta temporada con el Promesas, que no haya pedido una oportunidad para la cantera, que no haya salido cada jornada sorprendido de Los Anexos –aun cuando pensaba que era imposible sorprenderse más–. Que levante la mano el que no se haya sentido orgulloso de los estrenos de Mito, Miguel o Sinisterra en su día o por el debut de Apa. Y ojo que el chico viene pisando fuerte, tanto que reventó un balón –nada tiene que ver que las quejas por el esférico se hayan venido repitiendo desde agosto, ejem–.
Y qué si no se ganó. Vale que todos queremos ganar siempre, pero lanzo un último reto: que levante la mano el que se vaya a quedar con el resultado y no con los sueños puestos y vividos de toda la temporada. Lo digo ya: nadie. Ha sido un día grande en el mejor escenario, triste y a la vez feliz, difícil de definir, entre amigos… ¡qué digo amigos! En familia. Ya lo contamos por aquí: se lo merecen (y lo sabes). Y por si lo de este domingo hubiera sabido a poco: gracias por una temporada inolvidable.