El Real Valladolid se aferra a un estilo más libre y vertical, con el que sus tres delanteros están más cómodos; con el que vuelven a soñar

Enganchados otra vez. Jugando con un 4-3-3 (móvil, con Míchel entre líneas). Ganando sin el balón, pero encontrándolo para dañar al Almería. Anulando las virtudes locales, incomodando su planteamiento. El Real Valladolid logró ligar varios movimientos tácticos que lo auparon a una victoria de moral.
Aunque fue una sorpresa la ausencia de Guitián en el once, a favor de Igor, Paco Herrera puede sentirse satisfecho por la elección del once. Volvió a confiar en el tridente José-De Tomás-Espinoza, ese tridente abierto que por fin ha dado aires a la transición defensa-ataque pucelana.
Esa combinación de futbolistas que ha llevado al conjunto blanquivioleta ha cambiar su estilo de juego, sacrificando la lucha por la posesión por el contragolpe.
Y así se desempeñó ante los andaluces. Sin demasiada carga con balón, el Real Valladolid se situaba en un repliegue medio en el que destacó una decisión acertada: que los tres de arriba fueran los primeros presionantes. Esta maniobra sin pelota fue clave para que el Almería no pudiera salir con fluidez, que perdiera balones, que Azeez y Borja sufrieran durante todo el choque (ambos fueron sustituidos en el segundo acto) y que el Valladolid gozara de ocasiones muy claras de gol.
Oportunidades que se dieron en ambas mitades, a pesar de que en la segunda el Almería agudizó más la intensidad ofensiva para tratar de obrar el empate. Enfrente, se topó con el Becerra más inspirado de los últimos meses: el cancerbero, por fin, se mostró seguro, acertado, y fue capital para sostener la defensa blanquivioleta cuando peor lo pasaba (sobre todo, por el lado de Moyano).
En el segundo tiempo, con un Valladolid aún más entregado al robo y salida rápida, fue José el que pudo haber abierto distancias en el marcador fruto de dos contragolpes en los que, solo, erró ante Casto. La principal arma del Almería que había resaltado Herrera en el análisis pre-partido, su contragolpe, estaba siendo la que permitía a los pucelanos no sólo saber aguantar la ventaja, sino acumular situaciones ofensivas para ampliarla.
El Pucela tenía algo claro: mejor volar con cierta libertad que aupar un bloque de posesión en terreno rival y arriesgar su superioridad en los retornos defensivos. Es decir, con José, Espinoza y De Tomás, parece más sensato que prefiera trasladar la pelota lo más rápido posible a áreas ofensivas, explotando la velocidad de sus atacantes, que sublimar un juego demasiado combinativo con el que, tras pérdida, deba enfrentar sus lentas transiciones defensivas con oponentes veloces y eléctricos como Uche y Fidel.
Si bien aunque ha costado prácticamente un campeonato, es cierto que el Real Valladolid está demostrando sentirse más adaptado, más “naturalizado”, con dos jugadores más abiertos, sin tener que rendir cuentas al modelo más asociativo del 4-4-2 en rombo. Más difícil es barruntar si este giro de timón ha llegado a tiempo para escalar a una cima que siempre ha atisbado con agonía.
*Aunque no está siendo muy frecuente este curso que los suplentes tengan un papel relevante cuando saltan al terreno de juego, la actuación de Mata fue reseñable: provocó un penalti que él mismo transformó, cerrando la victoria pucelana.