El talaverano, uno de los grandes nombres de la primera vuelta, atraviesa una etapa de sequía goleadora, aunque el Real Valladolid espera recuperar su mejor versión para el final de la temporada
Hace no tanto, cuando el Real Valladolid aún estaba en periodo de pruebas y Paco Herrera seguía configurando el once titular, cada futbolista pugnaba por hacerse un hueco en el equipo. Las oportunidades escaseaban, vista la personalidad del pacense, acostumbrado a no regalar absolutamente nada. Sin embargo, la delantera tenía un nombre propio, concretamente el del canterano, José Manuel Arnaiz.
Sus goles mantenían la esperanza blanquivioleta y su gran rendimiento lograba enorgullecer a la directiva, que agradecía, por fin, el surgimiento de una nueva perla de la cantera. Poco tardó en llegarle el reconocimiento. Su nombre aparecía en la lista de mejores jugadores de la primera vuelta, la afición coreaba su nombre y los galardones empezaron a acumularse en la vitrina.
Pero lo que al comenzó con vítores y confianza por parte del cuerpo técnico pronto se tornaron en dudas y alguna que otra mueca de decepción al ver que la gran joya del filial no acaba de transmitir las mismas sensaciones del principio.
El de Talavera de la Reina continúa siendo el ojito derecho del Estadio José Zorrilla, aunque el bajón que ha experimentado en esta segunda vuelta le ha puesto en el punto de mira hasta tal punto de haber sido señalado por su entrenador, que ya ha optado alguna vez por otras alternativas de ataque.
De hecho, el primer toque de atención de Herrera llegaría el pasado enero tras el partido en el Carlos Tartiere, que midió a Real Valladolid y Real Oviedo, y donde José vio como el precio de la titularidad se pagaba más caro de lo que pensaba. Aquel día, el extremo apenas disputó cuatro minutos, lo que sorprendió a muchos seguidores acostumbrados a verle jugar una media de una hora por partido.
En dicha rueda de prensa, el míster afirmó sentirse preocupado por no encontrar el perfil idóneo de su atacante. «Lleva dos o tres semanas que no está», explicaba el líder del vestuario. Unas declaraciones que disgustaron al propio jugador, que consideraba estar plenamente centrado en su trabajo y no entendía del todo la suplencia ante los carbayones.
‘Roces’ al margen, producto de la mera convivencia y de la relación entre tutor y pupilo, la verdad es que José no ha empezado el 2017 como lo acabó. Si al terminar el año se hablaba de renovación y de afrontar el futuro con la mayor fuerza posible, parece que al blanquivioleta se le hizo demasiado dura la cuesta de enero.
Y pese a que la fe en el futbolista permanece intacta, al menos desde un amplio sector de la grada, este fallo en el arranque ha acabado por lastrar al joven en todos los meses siguientes, como el Ferrari que rompe motor al encenderse el semáforo, provocando la pérdida de unos segundos vitales para la carrera.
Los números hablan por sí solos. De los ocho tantos que lleva el toledano, seis llegaron en la primera vuelta, cifra a la que debería sumarse los beneficios resultado de un gran nivel de concentración que repercutía directamente sobre el juego del equipo. En la primera mitad del curso, a estas alturas, su promedio goleador era de un gol cada tres encuentros. Ahora, tan solo firma uno por cada seis.
Bien es cierto que todavía quedan diez jornadas por delante en las que José puede remontar el vuelo, reencontrarse con su mejor versión e igualar así las estadísticas del principio. No obstante, la crisis de rendimiento se ha traducido en un descenso de minutos, así como en la pérdida del prestigioso título de ‘pichichi’ vallisoletano. Además, compañeros como Villar o Raúl de Tomás están resultando mucho más efectivos, incluso Mata, mejor en los últimos duelos, ya representa una opción de garantías.
El futbolista ha aceptado los «capones» con entereza, haciendo autocrítica y terminando por asumir que su nivel había descendido. Así lo manifestaba a finales del mes de enero, en la semana previa al choque contra el Rayo Vallecano: “Creo que no estoy en la misma forma que a principio de temporada, pero estoy entrenando bien para coger la forma del principio y volver al once titular”.
Ha llovido mucho desde aquella comparecencia, lo suficiente para que su promesa se cumpliera y el ariete retornase a la senda del éxito. No siendo así, las alarmas suenan con más fuerza en la capital castellana, no solo porque se desconocen los motivos de su decaimiento, sino porque desde dentro del club se es consciente de su enorme potencial, por lo que es básico vuelva a enchufarse de cara a esta recta final.
A día de hoy lleva cinco jornadas consecutivas sin marcar. La pasada semana, cuando la plantilla viajó a La Romareda, él tuvo que quedarse finalmente en tierra por una faringitis que le borró de la convocatoria. La suerte, por tanto, tampoco está siendo un buen aliado.
Nadie duda de su talento. Con apenas veintiún años, Arnaiz se presenta como la gran estrella del futuro. La progresión que ha experimentado en escasos meses se revela espectacular, al alcance de muy pocos. Sus más allegados consideran que se le ha impuesto una cadena de autoexigencia demasiado pesada para su edad. Otros, por el contrario, consideran necesario que vaya asumiendo galones por ser un pilar clave de la plantilla.
Lo verdaderamente relevante, además de fundamental para los objetivos del Pucela, es que el ’29’ abandone la sequía. Será básico evitar lesiones, casi las únicas culpables de apartarle de la lista de convocados y que han frenado ya en unas cuantas ocasiones su ritmo de competición.
Pese a todo, el de la cantera se siente totalmente motivado y con fuerzas. La fuerza propia de un chaval con aspiraciones de mejora. Nadie duda de que estará en ante el CD Lugo en el siguiente enfrentamiento. La pregunta es si en el electrónico volverá a brillar su nombre y apellidos, acompañados de la exclamación de «gol» y un resonar del estadio que celebre, aliviada, que el chico está de vuelta.