En un partido de gran riqueza táctica, Herrera repite con defensa de cinco, pero aleja a Míchel de su zona de más peligro

Nuevo turno para la defensa de cinco. Nuevo turno para refrendar la solidez de un sistema con el que el Real Valladolid sacó la cabeza en Alcorcón. Sin más variaciones en el once que la obligada de Ángel por el sancionado Balbi. Era el momento de demostrar y dar un paso al frente.
Era, también, la oportunidad para que Paco Herrera recibiera en caso de ganar las que serían, probablemente, las primeras loas por una variación táctica. El Real Valladolid, en toda la temporada, no ha destacado por haber sacado rédito de modificaciones estratégicas.
El sistema 1-3-5-2 partía con varias características: dos laterales que, en fase ofensiva, se ubicaban a una segunda altura, protagonizando Ángel una proyección ofensiva más acusada que Moyano; Leão apoyaba en el vértice bajo la salida de balón (en la que se solapa con Guitián) y, fundamentalmente, agregó equilibrio defensivo en las coberturas; y Míchel y Jordán se situaron como interiores escalonados, siendo el catalán el encargado, en esta ocasión, de partir desde posiciones más altas y cercanas a los delanteros, entregando la función organizadora en zonas intermedias a Míchel.
En un primer tiempo en el que el gol del Nàstic (con una defensa de cinco defensores) empañó el control inefectivo del partido de los blanquivioletas, fue la posición de Míchel la que afectó más notablemente la desenvoltura ofensiva de los locales. Y para mal.
El Valladolid gozó de varias ocasiones para marcar, sobre todo nacidas desde la banda de Ángel, ambicioso en sus progresiones exteriores. Pero desde zona de tres cuartos la falta de influencia (por ausencia) de Míchel para entregar el último pase a José o Villar deterioró la calidad del dominio pucelano en campo rival. Esta situación, sumada a que Jordán es más peligroso cuando aparece que cuando está, fomentó la previsibilidad en la estrategia ofensiva.
Distintas caras, ¿mismo dibujo?
Tras el descanso, Herrera decidió retirar a Álex Pérez por Drazic, colocando al segundo como lateral/carrilero. El cometido del extremo serbio era claro: abrir campo y sumar una figura ofensiva al esquema, aun a sabiendas de desarropar la banda derecha en defensa, donde Moyano pasó al central diestro.
Lo que sucedió fue que, en un contexto de más dominio blanquivioleta, reflejado en el empate de Villar en el 54’, Drazic se desplegaba abierto en juego directo, pero en estático tendía al fuera-dentro. Este movimiento tenía un riesgo. Debía coordinarse con Villar para no anularse de forma mutua. Es decir, si uno entraba, el otro debía salir para no embotellar el ataque en el carril central, lo contrario a lo que deseaba Herrera.
El plan no estaba saliendo mal. Parecía que el Real Valladolid tenía más cerca la culminación de la remontada que lo que estaba por suceder. Pero la lesión de Rafa pasado el 70’ trastocó tanto al técnico como al equipo.
Herrera introdujo a Raúl de Tomás, lo que hizo a Leão ocupar el puesto del capitán blanquivioleta. Apenas tres minutos después, un error defensivo desembocó en el segundo gol de los catalanes, desatando la angustia y el atoramiento del fútbol pucelano. Para más inri, Leão cayó lesionado y tuvo que ser sustituido por Igor, el defensa con menos protagonismo del Real Valladolid.
Como es habitual cuando recibe un mazazo en el tramo final del encuentro, el bloque pucelano no se recompuso. El empate tampoco valía. Y volvió a caer en casa, donde ha sumado dos de los últimos doce puntos.