Herrera apuesta por la defensa de cinco para sobrevivir a la AD Alcorcón y a la competición: y lo ha conseguido
Era cuestión de todo o nada. Por eso, Herrera se dijo que ante un equipo como el Alcorcón, que hace pequeño Santo Domingo, haría también pequeño el campo con un central más. Defensa de cinco (sumando a Rafa al bloque) escudos y lanzas y a aguantar las bombas.
Foto: LFP
El Alcorcón, no obstante, empieza a notar un desgaste que le ha revelado más vulnerable que en anteriores temporadas en plata. No asedió como solía, ni dominó como se acostumbró a hacer.
Duelo equilibrado en el que el técnico del Real Valladolid puede, después de decisiones no tan acertadas, sentirse satisfecho del giro táctico.
El 5-3-2 del Real Valladolid cruzó varias etapas durante el partido. En la primera, se encontró con una presión alta de los alfareros para taponar la salida jugada de los blanquivioletas y desconectar los ciclos en ataque de los castellanos.
Tras el tempranero gol de Navarro a Becerra (volvió a la titularidad) obligó a reciclar el planteamiento del choque al bloque de Herrera, en una segunda etapa de juego. En esta, los avances pucelanos se desarrollaban con más velocidad y menos toques, buscando, generalmente, los movimientos de Villar. Aunque en numerosas ocasiones el Real Valladolid eligiera salir por la banda de Balbi, fue desde la contraria por la que fueron llegando las oportunidades más cercanas de empate.
En este periodo del choque, el Valladolid echó en falta una movilidad más constante de sus interiores, Jordán y Míchel, para «juntar» más la línea de dos delanteros con la de tres medios y poder sumar, así, recepciones en zonas intermedias.
Fue la mejor jugada colectiva de todo el partido la que cambió su devenir. En una consecución de acertados gestos para librar la presión del bloque alto local, el Valladolid construyó un contragolpe esculpido en mármol: el balón, en tres cuartos, llegó al carril central donde Jordán sirvió para que Villar pusiera la igualada.
Todo esto había sucedido en algo menos de media hora. Antes del descanso, el Valladolid dibujaría el punto de inflexión definitivo, que marcó el segundo periodo. Un penalti de Owona sobre Villar (muy atento para atacar las espaldas de la línea de centrales del Alcorcón), al filo del descanso, sirvió para situar por delante a los blanquivioletas y abrir la puerta a una fase más extensa, sobre la que se movió toda la segunda mitad.
En ésta, fue el Alcorcón el que agarró el timón de la pelota, mientras el Valladolid se empacó en un repliegue medio bajo, a la expectactiva. El Alcorcón no conseguía acercarse el empate; el Pucela, por el contrario, ejecutó varios contragolpes que entrañaron peligro para la portería de Dmitrovic.
En un contexto sin balón, Herrera hizo un doble cambio en un margen de diez minutos: Mata por José y López por Míchel. Las dos nuevas figuras sobre el verde no incrementaron el trabajo en fase ofensiva. De hecho, en el último tercio del segundo acto, el Real Valladolid reforzó aún más su repliegue intensivo y disminuyó el número de contraataques (la última sustitución, de Ángel por Villar, incidió en esta estrategia).
La apuesta de Herrera por la defensa de cinco representó un mensaje claro como no son las aguas del Pisuerga a su paso por la capital pucelana: había que sobrevivir no sólo al Alcorcón, también a la competición. Y, aun en un partido de varias fases, lo logró.