La fatiga física y mental que se percibe en los titulares invita a pensar en la necesidad de lucir fondo de armario para que el Real Valladolid pueda mejorar su dinámica reciente

Foto: Real Valladolid
Paco Herrera repite como un mantra en cada rueda de prensa previa que hará «uno o dos cambios» en el once «en función del rival»; a veces, ni eso. Si bien esto puede considerarse positivo, debido a la importancia de tener un equipo tipo, no es menos cierto que el inmovilismo es peligroso y, en el caso del Real Valladolid actual, genera fatiga.
Después de repetir foto en las tres jornadas anteriores, frente al Levante UD habrá que introducir al menos dos permutas, debido a que Javi Moyano cumplirá ciclo de amonestaciones y Sergio Marcos ha caído lesionado. Parece difícil, al menos a priori, que haya algún cambio más, dada esa tendencia del técnico a dar continuidad. Sin embargo, quizá debiera pensar en algún refresco a mayores.
Esta sensación viene provocada por el hecho de que, ante UCAM, Lugo y Huesca, como mínimo, se notó el cansancio, ya fuera en las piernas o en el plano mental, ya que si bien diferentes actores han descartado que el plantel esté físicamente mal, hay que contar con esa última posibilidad, la existencia de una fatiga cognitiva en la que influye, y no para bien, el estrés provocado porque los resultados no sean los debidos o deseados.
Cierto es que el motor diésel de la segunda unidad ha impedido ver hasta ahora a nadie reivindicarse, pero no por ello, llegados a este momento de la temporada, no debería descartarse de pleno un mayor uso, más aún encontrándose en la situación en la que se encuentran los blanquivioletas. Así, y aunque por ejemplo la entidad del rival del sábado parezca desaconsejar la introducción de rotaciones, esta podría no ser del todo mala ya sea ante el Levante o en próxima jornadas.
Hasta ahora Paco Herrera ha tirado de insistencia en busca de una mejoría que nunca se ha transformado en continuidad, por lo menos en lo que se refiere a generación de juego. Aunque parece haber bajado el tono en las últimas semanas, la defensa por norma carbura; no así aquellos encargados de llevar el peligro a la portería rival. Si el ataque siempre ha parecido un problema, ahora más: no hay fútbol, no hay chispa.
A partir de este fin de semana el Real Valladolid afronta el último tercio de competición, aquel en el que terminará de jugarse las habichuelas. En fechas recientes su entrenador ha manifestado que la planificación en el apartado físico pasaba (y pasa) por llegar a las diez últimas fechas en plenitud de condiciones, aunque la acumulación de minutos y el desgaste mental han provocado o colaborado en la pérdida de competitividad en las jornadas más recientes.
Aunque los cuatro puntos de distancia con el play-off no son un escollo insalvable, a la falta de empaque que se ha venido viendo durante todo el curso hay que sumar esta última cuestión: ya sea de piernas o de cabeza, al equipo se le ve cargado, incluso bloqueado. No en vano, los cuatro zagueros, André Leão, Joan Jordán, Míchel y en menor medida José encadenan partidos y partidos sin ver los réditos que seguramente les gustaría.
Mientras tanto, Markel estrenará titularidad este fin de semana, Ángel solo lo ha sido en la primera jornada, Rafa dos veces en lo que va de año, Sergio Marcos solo en las tres últimas, Drazic solo una vez… En resumen, las distancias entre titulares y suplentes son amplias, quizá demasiado para cómo está siendo el desempeño general, y si bien la situación de unos y otros vendrá determinada por la lógica, puede que esa gestión sea uno de los motivos del actual momento que vive el plantel.
Aunque a veces sea peor el remedio que la enfermedad, quizá un solución sea una mayor presencia de la segunda unidad, gran olvidada y de la que, sin embargo, se suele sacar pecho. Y es que no siempre el hábito hace al monje; no siempre a fuerza de repetir los resultados son los que uno quiere, y si no que pregunten a jugadores de baloncesto: a veces para conseguir mejores porcentajes de tiro hay que cambiar la mecánica…