La cesión de Mayoral al conjunto universitario supone una posibilidad de verle en un contexto más competitivo, pese al ruido o al malestar que pueda generar en la afición del Real Valladolid

Es, el Real Valladolid Promesas, una familia bien avenida. Está cuajando una temporada muy buena, por encima de las posibilidades que cualquiera le concedía en los albores. La atmósfera que se respira es limpia, por lo bien que compite el equipo –sobre todo en casa–, por lo bien dirigido que está y porque entre sus futbolistas reina un ambiente agradable y sano, de camaradería.
Y, como en cualquier familia cuando se marcha un ser querido, aunque sea durante unos meses, a Mayoral se le echará de menos. Activo importante en el filial –al que había aportado siete goles en veinticinco partidos antes de que se confirmase este lunes su cesión al UCAM Murcia–, sería un absurdo negar la mayor: con su marcha se pierde potencial y, probablemente, competitividad. Sin embargo, estos meses de préstamo se antojan importantes para su formación.
Vendrán a ser algo así como cuatro meses ‘de prácticas’ en un contexto más competitivo, en el que se deberá ganar un puesto por primera vez en la Liga de Fútbol Profesional y con jugadores ya hechos y que se juegan su futuro en forma de salvación.
Sin hacer de menos al Promesas y a su temporada, dado que el objetivo de la permanencia está cumplido, que Mayoral siguiera pese a esta oportunidad de dar un salto de categoría habría sido permitir que se instalara o viviera en una zona de confort que no se ajusta a su nivel actual: el abulense está ya para mayores empresas. Podría continuar siendo un factor diferencial en el filial y en Segunda B, pero su rendimiento aconsejaba un salto, siquiera en forma de prueba.
Paco Herrera así lo entendía, y así lo hizo saber públicamente después del partido amistoso disputado en El Plantío. «Está en el momento ideal para venir con nosotros», dijo, después de ofrecer en Burgos una alternativa válida para el ataque, previa exhibición ante el Real Racing Club. Sin embargo, y sin desmerecer a aquellos con los que luchará por un puesto en el UCAM, lo cierto es que, siendo realistas, la competencia en Valladolid es demasiado elevada para pensar que pudiera hacerse con un hueco en el tramo que falta de liga.
Seguramente, después de aquellas palabras, y confirmada su cesión, en el entorno habrá ruido, confusión o incluso malestar, creyendo que no se apuesta. Nada más lejos, precisamente porque se apuesta se ha optado por esta nueva vía ‘evolutiva’. Y como muestra, la renovación hasta 2020, firmada antes de esta marcha temporal. A su vuelta, no cabe duda de que dispondrá cuanto menos de la oportunidad de ganarse un puesto de la misma forma que lo hizo José este año.
Este caso es algo distinto, debido a que pertenece a un ámbito más competitivo y próximo a la élite, pero las cesiones que aceleran el proceso son un hábito en la cantera en estas últimas temporadas, desde la llegada de la actual dirección deportiva. Aunque no sea con un club del entorno más inmediato, como en otros supuestos, la finalidad es semejante: que el futbolista se pueda beneficiar a nivel formativo de la posibilidad que se le brinda de competir un paso por delante del que le es natural.
La dirección deportiva entiende que el Real Valladolid B está virtualmente salvado y, a pesar de su buen hacer y a que ha estado cerca de la cuarta plaza hasta fechas recientes, seguramente no le alcanzará para luchar por la promoción de ascenso. Por lo tanto, si bien sobre el papel su salida bajará el nivel global, su presencia no es indispensable para cumplir los objetivos de competición, pues estos ya están casi alcanzados. Y el otro objetivo, el de «construir futbolistas», como dice a menudo Rubén Albés, estará más próximo testando el nivel de ‘Mayo’ en una categoría superior.
Dicho de otra forma: la familia le echará de menos, pero esta cesión se presenta como una opción que puede ser buena para todos, ya que cuanto más y mejor juegue estos meses en Segunda División, más cerca estará de ganarse el formar parte en el futuro de un primer plantel en el que hoy en día es más difícil que juegue que en su nuevo equipo.