El Real Valladolid se hunde en el segundo tiempo, desfondado, después de completar un primer tiempo en el que dispuso de ocasiones y de profundidad

Pasan las directivas, pasan los jugadores, pero lo que no pasa es que el Real Valladolid derrote al Lugo. Pasó una primera mitad que cayó en el Nuevo José Zorrilla como una borrasca de ritmo, ocasiones, dinamismo y alternativas y dejó una segunda de agotamiento, parálisis, lentitud, previsibilidad.
El conjunto de Paco Herrera tenía ante sí a un conjunto que maneja registros muy parecidos en términos de tenencia de pelota. Le gusta tenerla y posee el criterio suficiente para hacer daño con ella. Cuando dos bloques ajenos a la tacañería se enfrentan, suele suceder que desatan la diversión.
Así sucedió en el primer tiempo, sin duda, el periodo más interesante del encuentro. Los blanquivioletas comenzaron protagonizando sucesivas maniobras ofensivas que terminaban en remate. Encontraban pocos obstáculos para ser profundos y llegar al área de José Juan. Aprovechaban la velocidad y los infatigables movimientos de Raúl de Tomás para intentar imponer un dominio que, no obstante, no cayó del lado de ningún equipo.
El Pucela, envuelto en su clásico rombo en 4-4-2, orientaba la mayor parte de los ataques por el perfil de Luciano Balbi, atinado en los centros laterales, como el que precedió al gol de De Tomás. Míchel no dejaba de buscar últimos pases para dejar en posición franca a los dos delanteros pucelanos. Sergio Marcos, de nuevo titular, trataba de crear juego y establecer ventajas en zona ancha, aunque no terminó de lograrlo. Y, sin balón, el Real Valladolid situaba una presión intensa en zonas altas.
Por parte del Lugo, dispuesto con una defensa muy abierta y sus laterales Calavera y Leuko a gran altura, propuso crear dichas ventajas, precisamente, con una presencia exterior de más futbolistas gallegos. De hecho, Iriome, desde la banda derecha, fue quien llevó más peligro al área pucelana (y, también con un servicio lateral, el gol de Joselu).
De la valentía de ambos equipos en sus planteamientos, el choque derivó tras el descanso en algo más turbio, inconexo y espeso. Si es cierto que el Lugo se mantuvo bastante más entero durante el segundo periodo, también bajó escalones de ritmo y de oportunidades. Sin embargo, fue el Valladolid el que experimentó un descenso de rendimiento más reseñable, probablemente fruto del derroche del primer periodo y de no encontrar una solución para volver a entrar en el choque.
Fueron en las transiciones defensa-ataque en las que más se evidenciaba la caída física del Valladolid, carente de orden y de una correcta lectura de los espacios para mantenerse junto. Por el contrario, y a pesar de la entrada como “refresco” de Villar (y más tarde López y Mata), el bloque se deshilachó y se convirtió en una suerte de pedruscos inermes esparcidos por el césped.
La desconexión entre defensa/mediocentros con los jugadores atacantes fue tan visible como insalvable, aunque Herrera, con la entrada de Álex López, intentará volver a juntar al equipo y proyectarlo con más sentido y peligro a la zona de tres cuartos del Lugo.
El final de partido del Real Valladolid fue preocupante. Exhausto, apenas pudo lanzar algún contragolpe mal concluido. En juego estático, precisamente fue eso, estático. Y, aunque Villar tuvo en su cabeza la última ocasión clara para ganar, ésta llego más por coincidencia que por un empuje final de los blanquivioletas, que acusaron demasiado los primeros 45 minutos.
Un esfuerzo que pesa igual que este segundo empate consecutivo en casa.