Paco Herrera introduce una variación de dibujo para cambiar sensaciones: del rombo al 4-3-3. Una travesía de ida y vuelta que no salió como deseaba

El Real Valladolid llegaba al choque ante el CD Tenerife con el cambio del sistema tradicional del rombo al 4-3-3, en el que Herrera apostaba por Raúl de Tomás, Juan Villar y José en el frente de ataque. ¿Surtiría el efecto deseado?
Desde el primer momento, el Tenerife, bien plantado, sugirió una manera de jugar que incomodaba a los pucelanos. En el primer tiempo, controló más la pelota que los locales e intentó dañar al perfil de Moyano mediante envíos largos para que Amath desequilibrara y generara peligro.
El Pucela, así, aguardaba sin balón y esperaba a que el Tenerife rebasara la línea medular para saltar a la presión. No encontraba facilidades. Las imprecisiones en el pase caían como las hojas en otoño, realizando una actuación muy pobre a nivel técnico. Además, cuando los blanquivioletas perdían la pelota, tenían problemas para ajustar la transición defensiva.
No obstante, la principal adversidad a la que se enfrentó el conjunto de Paco Herrera fue al desorden en el momento de proyectarse en fase ofensiva. El 4-3-3, en lugar de ayudar, perjudicó a este objetivo. ¿Por qué? Muy probablemente, uno de los motivos más palmarios estriba en la carencia de pelota.
La posesión, por supuesto, no lo es todo: el juego directo puede favorecer a las rupturas de Villar y José en banda. Pero, ante un Tenerife bien trabajado por dentro, no encontró ventajas en franja ancha para construir un dispositivo ofensivo más plausible.
Míchel, el blanquivioleta que más balón tenía, no llegaba con facilidad a los balones divididos ni a las basculaciones en fase defensiva. Jordán, que en el segundo periodo se animó a romper más líneas para buscar disparos, tampoco tuvo la frescura necesaria para habitar dichas zonas con más asiduidad. Y Leao sufrió, desde el principio, uno de esos partidos en los que no le sale casi nada.
Fue en el segundo tiempo cuando el Real Valladolid mejoró la cara del primero, aunque no lo suficiente como para merecer algo más de lo conseguido. Herrera, en pos de acumular más posesión para, a partir de ahí, edificar el dominio, dio entrada a Sergio Marcos por De Tomás (regresando al rombo).
La variación táctica apenas pudo dejar sello ya que, quedarse con diez, no ayuda. Y Villar, en una acción evitable, dejó a los castellanos con uno menos para afrontar los últimos 15’ minutos de encuentro.
Herrera, entonces, decidió reforzar también la defensa en los últimos instantes, e incorporó a Rafa por Míchel. La ironía sobrevoló el Nuevo José Zorrilla, porque los tres puntos estuvieron muy cerca de quedarse en casa, gracias a un cabezazo de Álex Pérez.
El resultado, justo, desveló más interrogantes: ¿El rombo es realmente el obstáculo principal para dar un salto adelante en la clasificación? ¿Hay que seguir apostando por el 4-4-3, a pesar de la pobre primera mitad en la que se desarrolló?