El conjunto de Paco Herrera rebaja su promedio de cartulinas con respecto a la temporada pasada a 1’95 amarillas por partido y ha tenido que esperar hasta la jornada veintitrés para ver el primer jugador que cumple ciclo

Lejos del ascenso o del no ascenso, de las victorias o las derrotas, incluso del juego bonito o menos bello, en el fútbol existe otro aspecto que expone la identidad de los clubes: el juego limpio. El ‘fair play’ es una parte fundamental de este deporte. Siempre hay equipos más leñeros que otros y eso no tiene por qué averiguarse con el simple hecho de mirar la posición que ocupa en la tabla. Aunque si se analiza el caso del Real Valladolid, parece haber una proporción directa entre su puesto y su disciplina.
La temporada pasada los blanquivioletas a estas alturas se situaban en lo alto de la clasificación de amonestaciones. Un promedio de 3’78 amarillas por encuentro le alzó al segundo puesto, solo por detrás del Alavés –que acabó ascendiendo–. Sin embargo, para encontrar al Valladolid este año en la tabla de ‘juego sucio’ hay que bajar hasta el puesto decimoctavo, con un promedio que ha descendido a 1’95 cartulinas amarillas por partido.
No cabe duda de que la mejora en ese aspecto es notable, aunque cuesta encontrar el motivo. A simple vista, la apuesta de Herrera se asemeja a la pretendida por Garitano en los primeros encuentros de la campaña pasada: siempre la posesión por delante. Pero está claro que no han dado los mismos frutos, ni en la disciplina ni en las victorias.
Otra de los grandes progresos del Real Valladolid en este curso es ese gran ‘reparto’ de amarillas. Y la prueba la encontramos en lo que ha ocurrido en esta pasada jornada. El conjunto pucelano no había sufrido ninguna baja por acumulación de tarjetas hasta que Villar recibió la quinta en el partido ante el Rayo. Una muestra de esa limpieza que caracteriza al equipo es esa distribución de amonestaciones, tal y como se puede ver a continuación:
- Juan Villar: Cinco amarillas.
- Balbi: Cuatro amarillas.
- André Leão: Cuatro amarillas.
- Álex López: Cuatro amarillas.
- Mata: Tres amarillas (y dos rojas).
- Moyano: Tres amarillas.
- Guitián: Tres amarillas.
- Raúl de Tomás: Tres amarillas.
- Isaac Becerra: Dos amarillas.
Foto: LFP
Tradicionalmente limpio
Pero el equitativo reparto de tarjetas siempre tiene su lado menos bueno. Tener cuatro jugadores con cuatro amarillas significa que están a una de pasar por lo mismo que Villar, y con el riesgo de que se pierdan el mismo partido. Ese es otro gran reto al que se enfrenta Herrera. ¿Arriesgarse a sacar a los cuatro ante el Girona o reservar a alguno de ellos por si las moscas?
Frente a esto, hay un dato reseñable, el de Álex Pérez, que pasa por ser el único jugador que no ha recibido amonestación de entre los que acumulan más de mil minutos en el campo. Mientra tanto, en el apartado de expulsiones, el que se lleva la palma es Mata, con dos, ante el Huesca y el Almería. Y es que en eso también ha mejorado. Solo dos rojas en lo que va de curso, que en comparación a las seis que llevaba el año pasado, es una notable mejora.
Por tradición, el equipo vallisoletano no es recordado como uno de los equipos que más tarjetas recibe a lo largo de la liga, y en este curso no parece que vaya a ser lo contrario. La temporada pasada los pucelanos hicieron su registro menos limpio en lo que va de década –sextos en la tabla de amarillas y decimoterceros en la de rojas–, pero cuesta encontrarlos en el top 10 de forma habitual, como se puede ver debajo:
- 2010/11, en Segunda: 126 amarillas (12º) y 9 rojas (15º).
- 2011/12, en Segunda: 100 amarillas (21º) y 6 rojas (15º).
- 2012/13, en Primera: 80 amarillas (19º) y 3 rojas (18º).
- 2013/14, en Primera: 102 amarillas (9º) y 2 rojas (18º).
- 2014/15, en Segunda: 110 amarillas (17º) y 4 rojas (19º).
- 2015/16, en Segunda: 134 amarillas (6º) y 6 rojas (13º).
- 2016/17, en Segunda: 45 amarillas (10º) y 2 rojas (18º).
Siempre hay un lado positivo y otro negativo. No cabe duda de que repartir las tarjetas es positivo, y no contar con un ‘marrullero’ como tal en la plantilla ayuda a crear una buena imagen. Y también contribuye que un futbolista no se pierda un encuentro por ciclo hasta iniciada la segunda vuelta también, caso de Juan Villar, pero eso conlleva riesgos. Y ahí está lo malo. Porque no resultaría beneficioso encontrarse con que, a partir de ahora, en cada jornada, un jugador tenga que pasar por ese trance o, peor aún, lo hagan varios en la misma.
¡Qué importante y a la vez qué anecdótico puede resultar el ‘fair play’ de cada equipo! Trascendental porque te puede hacer perder jugadores de vital importancia, pero a la vez circunstancial porque no marca ni el presente ni el futuro en cuanto a puntos, que es lo que realmente interesa. Sin ir más lejos, hace exactamente un año el que más amarillas acumulaba era el Alavés –primer clasificado–. En estos momentos, es el Nàstic, que es colista.