Por enésima vez en la temporada, los blanquivioletas merecieron correr mejor suerte, pero sucumbieron en el Carlos Tartiere fruto de un error propio y de su desacierto de cara al gol

El Real Valladolid, a veces, resulta más repetitivo que las comedias románticas o que autores que cantan este género. No es que sea previsible por el hecho de que carece de imaginación, que también. Es que lo es porque reincide en idénticos errores, lo que lleva a pensar en que es así, y así se le ha de querer.
Contra el Real Oviedo volvió a caer sin merecerlo y haciendo cosas bien, como seguramente las hizo el cantante con las ex a las que llora en sus temas. Lo hizo por un error fatal de los centrales y por el desacierto de cara a puerta. Como aquel a quien su pareja pilla enviando un mensaje directo en Instagram a otra persona y para intentar solucionarlo utiliza refritos de un mal llamado poeta de moda.
Los veinte primeros minutos de los blanquivioletas fueron muy torpes, incluso malos. El prau del Carlos Tartiere estuvo cerca de convertirse en ‘Trending Topic’ debido a su paupérrimo estado, que amenazaba con deslucir cada acción combinativa (aunque luego no). Los de Paco Herrera no se encontraban y tal fue la situación que hasta falló la pareja de centrales, algo impropio hasta ahora.
Un envío directo sobre Linares terminó convirtiéndose en gol de Toché a los quince minutos por culpa de varios errores. El primero es que Guitián no estaba bien situado, lo que permitió que Linares se encontrase con el esférico con demasiada comodidad. El segundo, que además fue blando a la hora de defenderlo; lo hizo como si llegara tarde. Y el tercer fallo fue de Álex Pérez, mal posicionado y que no llegó a la prolongación del asistente, dejando a Toché alcanzarla con espacio para batir a Pau Torres.
Hasta entonces, los carbayones apenas habían hilado tres pases. Hasta el final, prácticamente no volverían a darlos, porque el Pucela empezó a crecer a partir del minuto veinte, aproximadamente. Su primer aviso fue un disparo de Villar a la jaula después de partir en posición de fuera de juego. Luego dispondría de más acercamientos con peligro, liderado por Jordán, que tuvo la más peligrosa con un disparo fuerte que Juan Carlos despejó a córner.
El catalán fue el faro de un Real Valladolid que mereció empatar ya antes del descanso. No fue tanto la sensación de peligro, que la hubo, como de agobio, toda vez que dominaba el esférico y se aproximaba al área rival sobre todo por el lado derecho, en el que Villar y Moyano estuvieron muy activos formando sociedad con el dorsal diecinueve.
Esa sensación se acrecentó después del paso por vestuarios, aunque el manejo del partido no fue tan limpio por las interrupciones del Oviedo. Así, tras unos primeros minutos más igualados, la segunda mitad siguió los mismos derroteros: los de Paco Herrera querían pero ni podían ni sabían. A falta de acierto, había la creencia de que hacía bien una marcha más, bien más presencia en el área o bien ambas cosas.
Sin embargo, el entrenador pacense tardó en realizar los cambios e introdujo dos naturales. Aunque Ángel es más ofensivo que Balbi, hubo extrañeza con su sustitución, como cierto malestar resignado cuando Mata se fue y entró Raúl de Tomás. Parecía como si el choque fuera la vuelta de una eliminatoria en cuya ida se había ganado por un gol a cero. Sin perder la cabeza, algo que tiene diferentes lecturas, fue corriendo el reloj con el marcador imperturbable.
El nivel de juego era pesado, plomizo, y si bien el Real Valladolid siempre quiso empatar, es inevitable pensar que pudo hacerlo mejor y con más ahínco. Así, que hasta superado con mucho el ochenta no se diera la última permuta, con la cual por fin se renunció a un centrocampista para dar entrada a José, se hizo difícil de comprender. Y como el resultado no cambió, también de digerir.
La incidencia del canterano fue nula porque en el tramo final el Pucela se dedicó a colgar balones frontales como sin convicción, puesto que el talaverano no es un jugador de ese tipo e incluso Paco Herrera contuvo el ímpetu de Álex Pérez cuando este le pidió quedarse arriba en busca de uno de esos envíos, bien para mandarlo a la red o para facilitar que lo pudiera hacer algún compañero.
Con el silbatazo final la conclusión extraída por muchos es que los blanquivioletas dejaron escapar vivos a un Real Oviedo que no fue mejor, acaso al contrario, y que se aprovechó de un único error atrás que resultó demasiado caro. «Por lo menos igualamos el golaveraje», puede pensar más de uno, y sí, pero no debe ser suficiente.
La generación de ocasiones no debe ser excusa para dar por bueno el partido con el habitual «al menos las tenemos; ya entrarán», ya que también las tiene el típico pívot de baloncesto tosco y grandote y no por ir más a la línea de personal anota necesariamente más puntos… Hablando de puntos: por más que quede mucha liga, convendría empezar a dejar escapar aquellos que se merecen, no vaya a ser que luego no alcance para el objetivo final, al cual el Real Valladolid tratará de volver a acercarse con un triunfo sobre el Rayo Vallecano el próximo sábado a partir de las ocho de la tarde.