Los blanquivioletas consiguen amortizar el gol de Jordán y, en un partido sin excesiva lucidez, manejar los tiempos y anular al Cádiz

El Real Valladolid ha conseguido algo muy importante en la manera en la que ha ganado tres puntos en Cádiz: ha sabido controlar el tiempo del choque, jugar con los nervios y sin balón, esperar su momento. Ha madurado en un contexto en el que tampoco sucedió demasiado, pero sí lo suficiente como para conquistar una victoria distintiva.
Y lo fue con un once en el que Herrera apostó para, precisamente, acumular control de pelota en zonas interiores, neutralizando el doble pivote cadista, y ayudar a los laterales blanquivioletas ante la estrategia ofensiva local: crecer desde las bandas para finalizar en el corazón del área.
Leão formó en el vértice bajo, ayudado y complementado por un Álex López que influyó en prácticamente todas las fases del juego ofensivo pucelano en el primer periodo.
Asimismo, Jordán ejercía como interior con recorrido y Míchel como dominador de las espaldas de los medios locales. Es decir, como figura que, atesorado de libertad, merodeaba mientras imaginaba pases a Villar, abierto en la derecha, y Mata.
En resumen, el técnico pucelano apostó de nuevo por un 4-4-2 que, durante el primer acto, rentabilizó su esencia. El Valladolid supo circular con sagacidad y llegar con relativa sencillez al último tercio de campo, donde, sin embargo, no estuvo acertado –salvo en el gol de Jordán desde fuera del área-.
El Cádiz, por su parte, trató de responder al tanto del Real Valladolid con transiciones ofensivas orientadas a las bandas ocupadas por Salvi y Álvaro, pero no fue capaz de dar continuidad a esta idea.
En el segundo periodo, el escenario viró razonablemente. El Cádiz tomó las riendas del encuentro y el Valladolid se replegó para esperar su oportunidad al contragolpe, de la que gozó Mata antes de ser sustituido por De Tomás en el 67’. Un cambio que tenía el ánimo de dar otro aire a la primera línea de ataque y contribuir a restituir la disposición cada vez más larga que estaban sufriendo los pucelanos.
Con todo, sin el dominio del juego, el entrenador pacense decidió incluir a Sergio Marcos en el circuito de mediocentros, en detrimento de Villar. De este modo, buscaría mostrar oposición a los ataques combinativos del Cádiz, hurgando en la frustración amarilla de no ser determinantes en el área vallisoletana.
El conjunto de Álvaro Cervera se arrancó en la búsqueda del empate, que pudo haberse merecido por la decisión de controlar el encuentro en el segundo tiempo. Sucede que se topó con un Real Valladolid que gobernó el reloj, con inteligencia. Un Real Valladolid que fue mayor.