El conjunto blanquivioleta se afianza en la parte alta tras ganar al Cádiz CF en un choque sufrido en el que los locales nunca entregaron la cuchara
El Real Valladolid sumó en el Ramón de Carranza su segunda victoria consecutiva, que le permite afianzarse en la parte alta de la clasificación después de imponerse a un batallador Cádiz, que jamás se dio por vencido. Como siete días atrás, bastó un gol, en esta ocasión de Joan Jordán tras un error grave de Cifuentes, guardameta local, para cosechar tres nuevos puntos que elevan la cifra obtenida en la primera vuelta hasta los 31.
Paco Herrera devolvió la titularidad a Álex López, y con él, volvió el rombo, convertido en algo distinto con el paso de los minutos, debido a que los gaditanos obligaron a extremar más si cabe las precauciones. Los de Álvaro Cervera –sancionado por llamar «sinvergüenza» al árbitro vallisoletano Óliver de la Fuente Ramos jornadas atrás– enseñaron que su posición no es casual, aunque también que tienen más intensidad que fútbol.
Sin ser excesivamente preciosista, el primer periodo de los blanquivioletas fue bueno, y más teniendo en cuenta el contexto del rival, que a todo lo anterior sumaba el hecho de llevar sin perder en ‘La Tacita de Plata’ desde el veinticinco de octubre, ante el Real Oviedo, en la única derrota cosechada hasta la fecha en casa.
Mientras los vallisoletanos tenían el balón, los cadistas se veían superados en calidad y en cantidad en la parcela central, en la que Álex López participaba en todas las fases del juego. Como diría José María García, fue el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro, y su capacidad para multiplicarse, aun sin hacer el mejor partido de su carrera, llevó al Real Valladolid a ser superior, o cuanto menos mejor.
La pérdida de un hombre en el último cuarto del campo hizo que la presencia fuera menor que en otras ocasiones en ese último pedazo de terreno de juego, al que, sin embargo, se incorporaban siempre dos de los cuatro centrocampistas. Además, Mata y Villar estuvieron activos, sobre todo el primero, que volvió a mostrarse peleado con el gol, en todo caso. Así, pudo poner por delante a los suyos en el minuto cuatro, tras un servicio de ‘El Duende de Aroche’.
La diferencia, a la postre, dependería de que un error de un portero fue gol y el otro no, aunque cuando sucedieron quedaba mucho. Primero Salvi cabeceó al larguero y Becerra erró a la hora de coger el rechazo, torpe y delicado, como quien se agacha por primera vez a coger un pollito en la granja de la abuela. Y luego Cifuentes se equivocó al intentar atajar un fuerte disparo de Jordán que se acabaría colando en su puerta, apenas transcurridos diecisiete minutos.
Los intentos de progresar por los lados del Cádiz eran desbaratados por un Pucela bien ordenado, que, una vez recuperaba el cuero, era paciente, más aún con el marcador a su favor. Aunque paciente signifique para muchos aburrido, por lo menos no sufrió, salvo en el cabezazo de Rubén Cruz que desvió de manera magistral Becerra a córner. A cambio, Jaime Mata pudo ampliar la renta antes del descanso en el más peligroso de los varios acercamientos a la portería cadista.
En la segunda mitad los andaluces se crecieron, con gran arrojo, y no dieron nunca el partido por perdido. No obstante, pese a los apuros, reales, la única frma de que los blanquivioletas sufrieran sería a balón parado y en centros laterales, como casi siempre, ya que como tristemente es habitual, Isaac Becerra estuvo inseguro en este tipo de acciones. En una de las que cogió, a falta de diez minutos para el final, se lesionó y tuvo que ser sustituido.
Conforme iba pasando el tiempo, los gaditanos iban acumulando cada vez más posesión, aunque se dieron a menudo de bruces con una buena defensa, liderada por un magnífico Guitián. Y si bien su banquillo –el más goleador de la categoría– se movió, tampoco los hombres que entraron de refresco acertaron a dar con las redes del Real Valladolid, y no fue por falta de intentarlo.
Sucede que enfrente estaba un equipo que ha crecido a partir de una sólida defensa y que aunque se vio amenazado e incluso un tanto agobiado, no concedió ocasiones francas para el empate, ni antes ni después de la entrada de Pau Torres, que supo templar.
Lo único que le faltó al Pucela fue matar el encuentro, algo que pudo hacer en una nueva intentona de Mata o por mediación de Míchel. Al final no hizo falta, puede decirse, por la consecución de los tres puntos, aunque los inconformistas y los sufridores dirán que siempre es mejor hacerlo (no sin razón). No obstante, al final tanto ellos como los blanquivioletas de cualquier otro tipo de condición acabaron festejando un triunfo que sirve para afianzarse en la parte noble de la clasificación y para acabar la primera vuelta con dos victorias seguidas y con la sensación de que ahora sí, por fin, el equipo carbura.
De saber sufrir y resistir también va esto, al fin y al cabo, y, como se vio, si el Cádiz era cuarto y llevaba tanto sin perder en casa era por algo. Por una seriedad que los vallisoletanos querrán seguir mostrando en la apertura de la segunda mitad de la competición, la próxima semana ante el Real Oviedo en el Carlos Tartiere, en lo que será una nueva prueba de fuego para certificar la madurez del conjunto de Paco Herrera, que, pase lo que pase, acabará la jornada en promoción de ascenso.