Un partido insulso, una efectividad atronadora. El Real Valladolid exprime el juego directo para golear y secar la lluvia

El capricho del fútbol, que siempre termina sorprendiendo aunque, casi siempre, suceda lo mismo. El Real Valladolid ganó de manera más abultada el partido donde menos lo pudo merecer, apoyado en una efectividad completamente pura, dejando su portería a cero.
Más allá de los merecimientos que acumuló para lograr los tres puntos, por encima de todo reside el hecho de que rompió una racha de tres sin vencer y que, por ahora, vale más anotar un gol que fabricar una jugada artística y pincelada en el cielo del fútbol, finalizada en el palo.
Como el Pucela sabe bastante de cocinar a fuego lento el cocido total que se le derramará al colarlo, está experimentando una revelación: puede ser más efectivo enseñando más caras. Puede ser más ganador… de otra manera.
Frente a la Real Sociedad, el Real Valladolid creó numerosas ocasiones para marcar imprimiendo un juego más directo y vertical que el que le había desquiciado en anteriores citas.
En Mallorca, mejoró aquella versión haciendo gala de una efectividad inusitada en uno de los choques más insípidos por otro lado, de la era Herrera.
El técnico catalán plasmó el que, muy probablemente, represente su once más fiel, con Jordán, Míchel, López y André Leão perpetuándose en el rombo y Villar y José, en las “puntas” de ataque. Una formación que ha demostrado saber dominar a través de la pelota, no tanto sin ella. Pero, ¿ha dominado lo suficiente? A tenor de los resultados, no. ¿Puede haber encontrado en el amor por los espacios el clic definitivo? Por lo demostrado específicamente la última semana, hay motivos para barajarlo.
Y, quizá por eso, Herrera está ensayando con las múltiples cualidades que la plantilla atesora y que pasan por desplegar más variantes en el juego. Incluso intercambiar modelos. Pero, ¿continuará Herrera ahondando en un modelo más vertical y menos dependiente de la posesión de la pelota? Si, hasta entonces, esta pregunta no se había formulado en demasiadas ocasiones, el abultado triunfo en las islas la va a recuperar del fondo de los debates tácticos.
Aunque en el primer periodo, no rehuyó el dominio con balón, e incluso creció relativamente con él en la primera media hora de encuentro, el Mallorca amasó más posesión. Sin embargo, no fue dominador de los espacios, algo que el Valladolid aprovechó con más perspicacia.
En el segundo tiempo, un pase largo de Villar a Jordán, quien rompió la segunda línea, sirvió para que José transformara el primer gol. El contexto era evidente: el Mallorca llevaba la iniciativa y el Valladolid esperaba tras la línea medular, donde activaba la presión para robar y salir rápido. En este aspecto, la transición defensa-ataque se perdía en errores de precipitación cometidos con el último pase.
Los bermellones, obligados a remontar, aceleraron su actividad en campo contrario, retrasando el repliegue defensivo blanquivioleta. En respuesta, Herrera ejecutó un primer cambio, retirando a Villar por Markel, con el objetivo de fortalecer la banda izquierda y agregar más equilibrio sin balón.
Vázquez, asimismo, dio entrada a Lago Junior y Roigé, un movimiento ofensivo con el que activaron otra marcha más. Entonces, otro balón largo, otra apertura al lado débil (como en el primer gol) hacia Álex López, desequilibró a la defensa mallorquinista y permitió al gallego ampliar distancias.
Con el segundo gol de los blanquivioletas, los nervios comenzaron a agotar a un Mallorca desesperado y cansado en la transición defensiva. Tanto que los castellanos, solidificados con la entrada de Igor por López, aprovecharon otra acción en velocidad para convertir el tercero, obra de Míchel, y revolver el fútbol ante todos los tópicos y convencionalismos. Se puede ganar de otra manera, aunque se quiebren los clichés y las vitrinas de cristal de la opinión mediática.