El Real Valladolid jugó dos partes diferentes ante una Real Sociedad que no perdonó las que tuvo

Paco Herrera tendrá que rescatar el vídeo de la primera parte del Real Valladolid, en la que tan solo cuatro días después parecía otro equipo; aunque los que habían cambiado eran los jugadores. ¿Cómo se puede cambiar tanto en tan poco? En realidad solo fue un espejismo, ya que en el segundo tiempo la situación cambió radicalmente. El cansancio de los menos habituales se notó y se transformó en errores que aprovechó la Real Sociedad para vencer por 1-3.
La apuesta de Eusebio Sacristán por la Copa quedó clara desde la alineación con muchos titulares en Liga. Muchos aventuraron –antes, incluso– que la Real se impondría al Pucela sin mayores apuros. Al final lo hizo, pero lo pasó mal.
Aunque los donostiarras entraron mejor y se encontraron con un gol en el minuto siete, en un balón que se le quedó muerto a Íñigo Martínez en el punto de penalti, tras un córner, y que mandó a la jaula. Ahí ya se vio la pegada de un equipo que aprovecha la mínima para hacerte una herida.
Pero el conjunto blanquivioleta no dejó que su rival le hurgara en la herida y no acusó el tanto encajado. Se asentó sobre el terreno de juego y empezó a ganar poderío y a hacer daño a la defensa visitante, que no supo frenar el juego vertical que propuso el Pucela. La batalla del centro del campo, con la pareja Luismi-Anuar, resultó bonita y victoriosa, ya que anuló a unos contrincantes que venían de imponerse al FC Barcelona.
En ataque, la figura de Mata adquirió mucho protagonismo. El madrileño estuvo en todas, aunque esta vez para bien. Quiso desquitarse de la mala actuación ante el Almería e inquietó al máximo a sus marcas. Rulli desbarató la primera que tuvo, en un remate tras un balón desde la derecha.
No tardó en volver a tener la siguiente, y ahí sí que tuvo recompensa. Fue derribado por Rulli dentro del área, el árbitro pitó penalti y se lo pidió, pese a la insistencia de Villar. Mata contó con la confianza necesaria para engañar al cancerbero y colocar el 1-1 en el marcador. Todo ello en los primeros catorce minutos.
El partido prometía y no defraudó; al menos hasta el descanso. El Real Valladolid continuó con el típico pico y pala, pero la conquista se hizo la dura. Los balones a la espalda de los centrales realistas eran una odisea para estos. Juan Villar y Mata fueron los que más los aprovecharon, aunque el segundo le dio a todo. Controló un balón en el área y, pese a tener encima a un defensor, logró darse la vuelta para disparar al larguero.
Un susto que le duró muy poco a la Real, puesto que en esa misma jugada salió rápido y Carlos Vela marcó, pero el linier levantó el banderín y Hernández Hernández lo anuló. Primer error grave del colegiado, ya que el mexicano se encontraba en posición correcta.
El ritmo en las áreas bajó, como si se tratase de una tregua, aunque la batalla pasó al centro del campo. La Real no estuvo nada cómoda y solo pudo inquietar a Pau Torres con disparos lejanos. Mientras, el conjunto blanquivioleta siguió dando el máximo para irse al descanso con una ventaja que no llegó. Joan Jordán superó a Rulli, pero el gol no subió al marcador por otro fuera de juego; decisión acertada en esta ocasión.
Los gritos de «Pucela, Pucela» con los que los aficionados despidieron a los suyos, junto a fuertes aplausos, sirvieron para premiar la gran primera parte de un equipo que mostró su cara más agradable. Pero el descanso cortó el ritmo a los de Paco Herrera, que se vinieron abajo. El conjunto guipuzcoano lo aprovechó para ganar metros en una presión que resultó efectiva.
Se desmoronó
Anuar erró en la salida del balón y los donostiarras pusieron en marcha su maquinaria para asestar un golpe que fue demasiado duro para los blanquivioletas. Juanmi no desaprovechó la asistencia tras el robo –en un par de toques– y batió a Pau Torres con un potente disparo. Tan fuerte resultó que noqueó a todo el Real Valladolid.
Desapareció el Pucela hasta que encajó el tercero, en un desbarajuste de la zaga. El centro desde la derecha de Carlos Martínez fue medido a la cabeza de un Juanmi que se encontraba absolutamente solo para firmar su particular doblete y encarrilar la victoria.
Con el 1-3, daba la sensación de que el resultado podía variar. Los blanquivioletas tiraron de orgullo y los refrescos desde el banquillo se unieron para marcar. En este caso, el linier se equivocó al señalar fuera de juego de Guzmán, quien había servido en bandeja el 2-3 a Drazic. No valió, pero lo rozó en la siguiente jugada, en la que el exblanquivioleta Raúl Navas, en un intento de despeje, estrelló el balón en el larguero de su propia portería.
No se dio por vencido el Real Valladolid, pero de nada le valió, ya que se quedó sin recompensa. El 1-3 es una losa que tendrá que hacer ligera para remontar en el partido de vuelta. Aunque lo más cercano –e importante– es el partido frente al Mallorca de este domingo.