Herrera varió el dibujo con la incorporación de tres delanteros, dos abiertos, y el «sacrificio» de un interior. La apuesta por el ataque vertical resultó fallida

Paco Herrera interpretó que había que hacer cambios para zanjar la negativa dinámica de dos derrotas seguidas del Real Valladolid. Entendió que el rombo característico de su formación, hasta entonces, más empleada, el 4-4-2, tenía que experimentar varios retoques a fin de mejorar el funcionamiento del colectivo y dar cabida, también, a otros perfiles de futbolistas.
Ante el Almería, el técnico pucelano incorporó a tres delanteros de perfiles diversos en una primera línea de tres, seguida por otra línea de tres mediocentros, líquida como es costumbre, y de una defensa de cuatro futbolistas. Un 4-3-3 que podía interpretarse como un 4-2-3-1 dependiendo de la altura de dos extremos… «inusuales». Dos delanteros, José y Mata, dispuestos en bandas, dejando la parcela central del ataque a Raúl de Tomás.
Herrera buscaba, así, soluciones a la carencia goleadora que está sufriendo su escuadra. A priori, podría extraerse de este voluble sistema que el plan no radicaba tanto en amasar la pelota, sino en transportarla lo más rápidamente posible al área de Casto.
Raúl de Tomás podría fijar centrales y esperar la incorporación de los integrantes de la segunda línea, capitalizada por una posición más alta de Míchel con respecto a López y André Leão; José, como ocurrió en un primer tramo bastante notable del Pucela, picaría a espaldas de Ximo, girando la defensa rival, dañando su transición defensiva y desequilibrando de manera que generara peligro y ocasiones; y Mata añadiría a su habilidad en zona de área el sacrificio para retornar tras una pérdida de balón, un aspecto menos destacado en sus otros dos compañeros del ataque.
El damnificado en la transformación del dibujo fue Jordán, aunque el propio Herrera ha añadido que en futuros encuentros podría dar descanso a López y Míchel.
Pero, ¿qué sucedió con esta formación? Si bien, en ataque protagonizó un buen arranque y gozó de algunas oportunidades claras de gol, el dispositivo ofensivo del Real Valladolid se fue apagando durante el primer periodo y se desactivó, incluso con la entrada de Drazic y Villar, en el segundo.
Igualmente, la sala de creación pucelana realizó, muy probablemente, una de sus actuaciones más limitadas en lo que llevamos de curso en el Nuevo José Zorrilla, un hecho que Herrera utilizó para apostar más fielmente por el contragolpe en el periodo de más dominio de pelota de los andaluces, en el segundo tiempo.
Sin pelota, el Real Valladolid formaba en un 4-1-4-1 con bloque de presión media, no habilitada hasta que el ataque del Almería sobrepasaba la medular. Como aclaró Herrera en rueda de prensa, fue una consigna: esperarles en la frontera de territorio blanquivioleta para robar y aprovechar la velocidad de los delanteros, más abiertos que de costumbre (una vez había terminado con el rombo), a pesar de infrautilizar parte de las mejores habilidades de sus mediocentros.
Por otro lado, la presión del conjunto de Soriano siguió otro planteamiento bastante distinto al blanquivioleta mediante la implantación de un bloque de presión alto, más intenso, que complicó mucho la circulación de balón vallisoletana desde las parcelas más bajas. En parte, fue efectiva: el Real Valladolid descartó la batalla por la pelota, enfatizando, más si cabe, la búsqueda del robo en media altura y el ataque directo.
A pesar de contar con alguna acción ofensiva aislada en el segundo periodo, el planteamiento para perforar la defensa andaluza resultó fallido. Ni con las modificaciones tendentes a acumular delanteros abiertos, ni con la promulgación de un fútbol más vertical que rompiera la presión elevada del Almería, logró regresar a la victoria. ¿Faltó equilibrio en el centro del campo para intentar recuperar el esférico más cerca del área contraria? ¿Entendieron los delanteros las labores que tenían que ejecutar más cerca de la cal?
Al entrenador del Real Valladolid se le acumulan las preguntas, tras otro resultado decepcionante, mientras trata de apagar los primeros silbidos de la grada contra la actuación del equipo. Los cambios incorporados sirvieron para gruñir, no para morder.