Los blanquivioletas, que comenzaron a dominar tras el primer gol del Elche CF, perdieron su poso y cayeron en la precipitación hacia ningún lugar

Después de cinco partidos que indicaron con claridad un mensaje, «el equipo ha encontrado su camino», el Real Valladolid enseñó en Elche una versión empobrecida y desordenada que le precipitó hacia la derrota.
Y la versión endeble es la que ilumina dos amenazas: la falta de contundencia en las dos áreas, especialmente en la defensiva. En un partido extraño, de dominios alternos, cuando no había dueño, el Real Valladolid cayó principalmente porque en su área se demostró blando –el marcaje a Álex Fernández en los dos goles fue defectuoso– y en el frente de ataque no encontró la manera de aportar ventajas que lo nutrieran de ocasiones de gol; ni tampoco acierto.
Igualmente, encajar un tanto en el primer minuto y resoplar aliviado por una ocasión clara de Pedro a los seis minutos tampoco ayudó a dibujar el escenario más propicio para la tranquilidad. Sin embargo, lo que mejor hizo el Real Valladolid en todo el duelo se puede agrupar en los primeros 25 minutos de choque: dominó con su 4-4-2 en rombo, estableció ciclos de posesión en el campo rival y permitió pocos contragolpes.
Pero, ¿qué le faltó en su mejor periodo? Encontrar las dosis necesarias de acierto en tres cuartos para convertir el dominio, bastante horizontal, en afilados desmarques que permitieran maniobras de peligro. La presencia de Raúl de Tomás y de Villar en este apartado fue mediocre.
Otro elemento que favoreció la precipitación vallisoletana en el segundo tiempo lo exacerbó el Elche, cortando el ritmo de los blanquivioletas para que el control que habían tenido se diluyera. Así fue en el último cuarto de hora de la primera mitad y así continuó hasta el final del encuentro.
En el segundo periodo, Herrera implantó dos sustituciones: Markel por Balbi, a pie cambiado, y Sergio Marcos por Jordán. Las dos caras nuevas no contribuyeron a recobrar el poso previo. Por el contrario, el Valladolid se sumergió en una fase de juego, dilatada durante todo el segundo acto, en la que la inconsistencia y precipitación en la elaboración de juego deterioraron las posibilidades de empate.
Es cierto que la entrada de Drazic en el 61’, por el lesionado Villar, supuso un aliciente para buscar nuevas rutas hacia el gol. En ocasiones, las exploró junto con Raúl de Tomás. Pero siempre terminaban volviendo atrás sus pasos. Y, tras el definitivo gol de Álex Fernández después de una maniobra defensiva deficiente dentro del área, no hubo tiempo salvo para dos avisos claros del exdelantero madridista y del serbio.