El mediapunta valenciano ha mejorado en las últimas semanas y ya nadie duda de su valía en el once titular
El centro del campo del Real Valladolid ha experimentado una gran mejoría durante las últimas semanas. Incluso a pesar de la baja reciente de André Leão, ha alcanzado un punto de cocción cercano al dente. Días atrás, después del golpe sobre la mesa ante el Sevilla Atlético, Paco Herrera reconocía que «posiblemente» en ese encuentro se vio la mejor versión de esta parcela. En la que, contra viento y marea, ha mantenido a Míchel Herrero.
Lo que en algún momento llegó a parecer empecinamiento del técnico se ha resuelto en confianza devuelta con fútbol por parte de un Míchel al que ya nadie discute. Ayudado por la irrupción de Joan Jordán, gracias al cual juega más liberado y menos obligado a retornar formando parte de una línea intermedia, ha crecido en las últimas jornadas.
Si posición de partida, como vértice superior del rombo, ha permitido que dé un paso adelante hacia una nueva (y mejor) zona de influencia, acercándose más al área rival. No obstante, para hablar de su incidencia real no hay que ver solo dónde empieza, sino también –y sobre todo– dónde aparece. Par ello basta ver dónde asoma en el dos a cero ante el Sevilla Atlético: es él quien inicia la jugada en banda izquierda.
Ese instante, ese rápido movimiento de dentro hacia afuera y el contacto con el cuero para que caiga al centro define su volatilidad en la mediapunta, siendo este un rasgo que puede ser diferenciador y diferencial en un buen ‘diez’. Visto su perfil en la página web de la Liga de Fútbol Profesional, de sus mapas de calor se desprende una mayor altura que cuando actuaba como interior (algo evidente) y que, móvil, sigue estando más presente en el lado izquierdo del campo, aunque ahora ya no solo.
En este aspecto cabe detenerse. Si su campo de actuación no ha cambiado tanto, ¿qué fallaba antes? Que el hecho de jugar como interior acortaba su rango, sesgaba su movilidad por las obligaciones defensivas intrínsecas a la posición. Obligado a replegar en una altura más baja, a una mayor rigidez posicional, y a la vez llamado a conectar con los tres puntas, en ausencia de Jordán estuvo entre dos aguas.
La actitud defensiva del valenciano se define en dos acciones: la presión ejercida sobre la salida de balón de Bagnack en el partido de Copa del Rey ante el Real Zaragoza, que terminó en gol, y la que le permitió robar el balón a Caro en el Nuevo Arcángel y perforar la portería del Córdoba CF. Demuestran ambas que defiende mejor cuanto más incisivo, cuando hacerlo arropado le permite ser intenso y salir del bloque.
Por su posición, y porque así lo quiere Paco Herrera, como vértice superior del rombo está llamado a hacer ese trabajo, aunque a priori no ofrezca una imagen de ser el mayor de los perros de presa. Pero tampoco es que el técnico quiera eso: la presión no es continua, solo es cuando de verdad resulta amenazante; cuando no, se defiende de manera posicional en una zona medio-alta.
Cuando cualquiera de esas situaciones provocan un robo, los puntas juegan «para él»; lanzador. Y cuando el Real Valladolid domina el esférico, en la fase de creación o en la de generación, sucede algo parecido: los puntas se abren o se cierran, vienen o se estiran, en función de lo que requiera el momento, pero siempre con la finalidad de verse potenciados por un pase de la línea inmediatamente posterior o para facilitar su incorporación.
Y como vértice superior del rombo, Míchel está llamado a ser el primer beneficiado de lo movimientos de los delanteros, que en días como el del Sevilla Atlético se abren sobremanera, todavía más que otros, actuando casi como extremos, para facilitar la segunda oleada que el ’21’ lidera, aunque a la postre fuera Jordán el que más provecho sacó con su gol.
La persistencia de Paco Herrera cuando el equipo peor estaba, pero también su capacidad para mutar algunos aspectos e introducir matices ha traído a un mediapunta que con confianza y con la mejora evidente en el plano físico ha dado el paso adelante que de él se requería. Ahora que ya nadie discute su presencia en el once, no ha sino de confirmar todo lo anterior y seguir así hasta demostrar algo que con su fichaje se buscaba y que de él se espera: que sea tan determinante como en el pasado pudo serlo y se erija pilar de un equipo que todavía debe seguir creciendo.